Nadie está preparado para el inicio del apocalipsis zombie. Sana y Jihyo están dispuestas a permanecer juntas, sin embargo, a veces las decisiones que pensaron para bien resultan ser lo contrario.
Mientras, Mina y Nayeon deciden ir por su propio ca...
Está sentada en la orilla de la cama viendo a su pareja sacar algunas prendas de ropa y guardarlas en una mochila.
—No Nayeon, ya decidimos ir todas —dice, dejando la última prenda dentro de la mochila para acercarse a la castaña.
Mina se para frente Nayeon, quien jala de ella, haciendo que quede sentada en sus piernas.
—Mina, en serio, si algo te pasa no podré soportarlo —los ojos de la mayor la miran con preocupación. —No tengo a nadie más que tú.
—No pienses en las cosas malas, todo saldrá bien —dice y aprovecha la cercanía para darle un beso.
La mayor lo profundiza tomándola de la cintura, mientras la contraria pasa sus manos en por los hombros, abrazándola.
—Nos cuidaremos una a la otra —dice Mina, y Nayeon solo le queda más que asentir y abrazar a su pareja.
—Te amo —confiesa Nayeon.
Mina se separa un poco para mirar los orbes de su novia.
—Yo también te amo —Mina responde.
Nayeon quiere llorar, gritar, rogar para que Mina se quedará en casa, a salvo de la inhumanidad que está afuera, porque su novia es la persona más amable, cariñosa y buena del mundo, de su mundo, y ella no puede permitir que pase por la crueldad que vivió estando afuera.
Vió a Mina sonreír, estar enojada, llorar, hacer berrinches, comportarse como una reina inalcanzable, la vió en sus cortas pijamas recién levantada; Nayeon sabe cada faceta de su novia y se volvió adicta a ellas. La ama, demasiado, y quiere protegerla, y si dar su vida por su amada no es suficiente, entonces no sabría que hacer para estar tranquila en la situación en que se encuentra.
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Sana está dando vueltas por la habitación, no tenía pertenencias que guardar por lo que solo le quedaba esperar por salir, y era eso la preocupación, el salir al exterior le da miedo.
—¡Por favor, Sana! ¿puedes calmarte? —pide Jihyo, su voz un poco áspera hace que la mencionada se detenga. La pelinegra está leyendo su cuaderno, memorizando lo que escribió en esos cuatro días.
—¿A dónde iremos después de conseguir lo que necesitamos? —pregunta Sana.
Jihyo se voltea para mirar mejor a su pareja.
—Iremos a casa —dice, y la rubia se le acerca.
—No podemos ir a casa, es peligroso.
—Sana, absolutamente todo es peligroso ahora. —Se levanta y coloca sus manos en los hombros de la contraria —No dejes que el miedo a salir te gane, porque morirás —los oscuros ojos de Jihyo le miran.
