El joven dragón miró con curiosidad a las diminutas mariposas que volaban a su alrededor. Eran numerosas, hermosas y juguetonas, y se mostraron ante él.
Durante su aventura en los dominios del frío extremo, habiendo cruzado montañas de nieve a lo largo del trayecto de una costa a otra, y después de haberse ahogado varias veces debido a avalanchas inesperadas que caían de cualquier lugar, finalmente se dio el encuentro entre el hijo del tiempo y la hija del invierno.
Las pequeñas y curiosas mariposas rodearon al reptil titánicamente más grande que ellas. Con solo tocar las patas de los bichos helados, el dragón sintió cómo sus escamas se congelaban, a pesar de su gran resistencia adquirida a lo largo de siglos. Sin embargo, ignoró eso y descartó el dolor como siempre hacía, y jugó con ellas.
Durante días, semanas, meses y finalmente años, el solitario dragón se entretenía con la extraña compañía de las escurridizas y divertidas mariposas de hielo. Siempre intentaban congelarlo y dejarlo atrapado en hielo bajo montones de nieve, pero él se escapaba. A pesar de ser mucho más grande, ágil y veloz, se las arreglaba para correr del enjambre de insectos voladores, aunque la molesta arena blanca a menudo se lo dificultaba.
Él decidió no volar; su intención no era huir, sino alejarse lo suficiente hasta que finalmente las pequeñas lo alcanzaran, y luego todas juntas intentaran recubrirlo con hielo, como tanto querían. Después de permitirlo por un momento, volvía a correr de ellas. Para él, era muy divertido.
Había decenas y decenas de mariposas invernales, y a medida que pasaba el tiempo, nacían más y más. Entre tanta oscuridad causada por las nubes y las constantes tormentas de nieve, uno podría pensar que el dragón no podría escapar tan fácilmente de la multitud de seres nacidos específicamente para vivir en ese ambiente y que tarde o temprano terminaría completamente helado si no se lo tomaba en serio. Pero en realidad, no era así.
Con su primer gran crecimiento experimentado, el joven dragón había adquirido una vista excepcional, extraña para él, pero muy conveniente. Sus dos pares de ojos se habían agudizado, las pupilas de oro se tornaron más brillantes y él podía ver en la absoluta oscuridad. Las grandes distancias se volvieron insignificantes una vez que logró observar el caer de una pequeña roca desde kilómetros de distancia y se divirtió mucho al mirar cómo las gotas de lluvia caían lentamente ante su atenta mirada. Comparado con todo eso, la caída de copos era insignificante para nublar su visión.
Las hijas del invierno disfrutaron persiguiendo al gran dragón, a pesar de ser mucho más grandes que ellas. Llevaban un frío salvaje y glacial consigo, moviéndose como una, nadando en las tormentas invernales como si nada, intentando atrapar al grandulón negro.
Varios decenios pasaron de la misma manera, pero más que un juego prolongado, el joven dragón se vio perseguido por las hijas del invierno en todo momento, y ellas al parecer nunca se cansaban. En una ocasión, voló lejos de ellas, suponiendo que así las perdería finalmente, pero se llevó una sorpresa al verlas encontrarlo solo días después, aún buscando atraparlo en hielo a como diera lugar.
Finalmente, el juego de etiqueta helada se volvió mucho más interesante. El joven dragón continuó volando a cualquier parte del mundo, alejándose de las hijas del invierno por mucho y escondiéndose en los lugares más ocultos que encontraba. Sin embargo, todo resultó inútil, ya que en solo días, semanas o incluso unos meses después, ellas aparecían con una gigantesca ventisca helada a su paso, encontrándolo efectivamente.
Emocionadas ambas partes, continuaron con lo suyo.
Entre glaciares al otro lado del globo, las pequeñas encontraron al dragón escondido bajo el pie de un pico de hielo. Muy arriba en las montañas ya apagadas hace mucho tiempo, las hijas del invierno encontraron al hijo del tiempo oculto dentro del cráter de un antiguo volcán de la era del fuego. Entre montones de nieve, enterrado en lo profundo de un gran campo desértico cubierto de blanco, lo hallaron silencioso bajo continuas tormentas de invierno. Increíblemente, incluso lo notaron cuando estaba sumergido a cientos de metros, oculto en las aguas heladas de un lago gigante.
En un principio, las hijas del invierno eran decenas, con el paso de los años se convirtieron en cientos de docenas, y luego, después de siglos, superaron los miles, y les faltaba poco para contarlas en decenas de miles durante este interminable juego de escondidas.
Con el aleteo de sus alas en enjambre, las mariposas pintaban todo a su paso de blanco, convirtiendo en hielo todo lo que tocaban. Con ello, llevaban el invierno extremo a todas partes del mundo en el que estuvieran.
La nueva encarnación del Fénix, el duodécimo hijo del fuego, se mantenía encerrado en lo más profundo de las piscinas de magma que había muy por debajo de la tierra, pero sabía de su hermana que rondaba las tierras congelándolas. Aunque nunca había intentado detenerla debido a su clara desventaja, el hijo del tiempo no lo había visitado en esta vida, temeroso de lo que pasaría si las dos entidades distintas se encontraran. Así que el pájaro de las llamas aún no lo conocía, pero sabía de él de alguna manera.
Por su parte, Leviatán aún rondaba por las profundidades más oscuras del inmenso mar, asomándose de vez en cuando para ver cómo el mundo seguía siendo muy frío y blanco. También sabía de la existencia de su nueva hermana, pero había tratado de evitarla activamente varias, más que por cualquier otra cosa era por la incomodidad que le causaba que éstas congelaran cada gota de agua que tuvieran a su vista como si nada, un pedazo del gran mar siendo un ejemplo de eso. Todas las costas por las que ellas habían pasado se congelaron al acto, y los glaciares aumentaron enormemente con su sola presencia junto a ellos.
Cómo consecuencia de sus acciones deliberadas por mantener la distancia con las diminutas cosas molestas, también se había alejado un tanto de su amigo, el dragón negro curioso y satisfactoriamente hundible, que ya solo lo visitaba algunas pocas veces. Ya hacía muchos años que se había visto sólo de nuevo, pero al menos está vez sería paciente y esperaría a que esa pequeña hermana suya, que anhelaba congelarlo todo, se calmara antes de conocerla, las cosas terminarían mal para la menor si no fuera así.
Y así, los ya cuatro seres primordiales, pasaron el primer gran invierno que el mundo experimentaría. Ciertamente unos la pasaron mejor que otros...
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Eternidad: la historia de un primordial.
FantasyHa vivido desde el principio y será el que presencie el gran final. Él es el primogenito de la creación, es el bendito por el tiempo, el dragón que deambula eternamente y que busca su ambición. Nació cuando las montañas aún eran polvo, en épocas don...