Fin de un juego y el nacimiento de un retoño.

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El frío se asentó lentamente, los glaciares se transformaron en continentes de hielo, los baldíos en tierras heladas y el mundo entero en un escenario invernal, frío y oscuro. Todo se volvió silencioso.

Pasados los siglos, los rastros de las otras eras quedaron enterrados bajo las capas y capas de nieve, como montañas se apilaba la arena blanca de toque frío con cada año, y los vendavales gélidos finalmente dificultaron que el hijo del tiempo se escapara de las patas de sus perseguidoras. Cubierto de hielo el dragón primogénito se encontraba, atrapado en un pozo, congelado por su hermana.

Milenios pasaron para que aquel juego concluyera, tiempo les había tomado a las pequeñas mariposas para capturar al de escamas negras, tanto ingenio habían utilizado, tantas tierras habían congelado. Pero finalmente, ellas habían ganado.

Los cuatro ojos dorados brillaron bajo el hielo translúcido, el dragón miraba a sus hermanas revoloteando en su regocijo, complacidas con su victoria. Él tenía el cuerpo restringido, sus patas y alas encarceladas, solo la punta de su cola tocaba el aire fuera del domo helado, no obstante incómodo no le parecía.

Itzpa con el tiempo había descubierto completamente sus fortalezas, mentes en una habían trabajado en refinarse con agudeza. El solo susurro de las alas de las bellas mariposas de hielo se había convertido en un sinónimo de frío, tocasen lo que tocasen se enfriaría y entre la nieve se perdería.

Leviatán por otro lado aún se obstinaba a evitarla, aunque la tierra se perdiera en el invierno perpetuo, a él poco le importaba, porque las profundidades permanecían iguales, el mar nunca cambiaba. Pero de vez en cuando la sombra de su colosal figura se vería a través del hielo polar que cubría la superficie de algunas partes del océano.

Fénix se había dormido, en seis mil años transcurridos solo había salido de su caverna subterránea unas pocas veces. Mantenía su vitalidad y fuerza entre el magma, pero a la hora de surcar los cielos, azotados por ventiscas invernales, su gloria disminuía en brillo. Eso no le gustaba.

El hijo del mar permaneció hundido y el hijo del fuego continuó escondido, pero a diferencia de ellos, el dragón se dejó llevar; viendolo curioso e interesante se quedó en el domo de hielo por un tiempo que el creia insignificante.

Sus ojos de oro veían el cambio que permutaba al mundo a través del agua cristalizada. Y así, muchos milenios pasaron volando.

***

En alguna época antaño, en tierras dominadas por el hielo y las caricias de las frías ventiscas, una extremidad, recubierta de escamas negras como la obsidiana y garras blancas muy filosas, salió de debajo de la nieve. Un rugido salvaje y emocionado retumbó en el vasto escenario pintado de invierno.

El dragón original se había liberado finalmente, y una vez que estuvo saciada su curiosidad se tornó de nuevo a volver con sus aventuras. Los montículos de fría arena blanca salieron volando del suelo una vez que la criatura había salido volando del fondo, demostrando su gloriosa figura que destacaba con el paisaje.

Miles de años habían pasado, pero al asomarse sobre las heladas ventiscas que no habían disminuido en lo más mínimo en ese tiempo, el dragón tomó en cuenta que casi nada al final se había vuelto en su forma original antes del nacimiento de sus pequeñas amigas aladas. Extrañamente, ese infinito blanco que se extendía como un desierto sin un solo otro color le recordaba a ese viejo mundo lleno de arena, a esos momentos lejanos.

Las cuatro pupilas abismales observaron las lejanías de su entorno nuevamente, miró bajo los mantos de arenisca helada infinita, más allá del hielo y a través de los fríos vientos de las tormentas congeladas. Una vez más, los ojos del gran y hermoso dragón habían evolucionado y buscaban cualquier cosa.

Volando bajo, el primogénito del tiempo se marchó de nuevo a surcar las inmensidades de aquel mundo.

Voló sobre las superficies del océano que se encontraba congelado, a centímetros del hielo que posiblemente tenía kilómetros de espesor hacia lo profundo casi inhabitado. Su vista privilegiada no podía ver a su amigo marino ni aunque se concentrara con toda su inmadura mente en ello.

Aterrizó sobre las montañas más altas buscando en sus cimas la abertura hacia una tierra repleta de fuego, pero sus expectativas se desvanecieron entre los copos después de años de ir por todos los picos sin en ninguno encontrarlo.

Cruzó continentes llamando, con su voz bestial transformada en un rugido resonando, pero nadie llegaba para perseguirlo. Llegado un punto se encontró sobrevolando una enorme pieza en el océano que imitaba a un continente, aquella masa era completamente de hielo y totalmente desconocida para el dragón, que luego de años de explorarla, logró darse cuenta de que había una estructura en el centro.

Una cúpula de hielo se alzaba entre la nieve, rodeada de rosas de cristal que el primordial de la vida nunca antes había visto. Tenía tanta curiosidad por saber que era, pero desafortunadamente él nunca pudo acercarse. Apenas el dragón intentase aproximarse sus escamas se volverían de hielo y se romperían, dejándolo frustrado.

Al final, después de muchos intentos, el dragón se rindió, tomó vuelo nuevamente y se marchó.

Luego de eso se tomó su tiempo, mucho tiempo. Pero pasado un tanto buscando, no encontró a ninguno de sus tres amigos y prefirió vagar sin rumbo, volando o caminando.

Sin el sol ni las lunas, sin el calor y sin jugar, voló el dragón evitando congelarse, en busca de algo interesante.

***

Por otro lado, en aquel tiempo tan lejano, algo donaría color a ese mundo blanco. Tintaría con los colores de la nueva era que se avecinaba.

La nieve se hallaba derritiendose en un área determinada de solo unos pocos metros, en aquel circulo perfecto; un calor misterioso surgiría desde debajo de la nieve, desde el suelo de tierra que por fin había sido liberado de nuevo después de tanto tiempo.

Allí, ajeno a cualquier impedimento, bailaría el viento despejando cualquier obstáculo. Sobre esa tierra que sería la cuna, el cielo se abriría para despertar una semilla y el sol le brillaría para amamantarla, la nieve descongelada agua se volvería y las raices inmaduras su sed recién adquirida saciarían.

En aquel lejano pasado, en un lugar olvidado por la historia, un evento maravilloso se daría.

De la estrella más deslumbrante una gota dorada se derramaría, en su camino las nubes oscuras alejaría, el despiadado frío dispersaría y con una luz fascinante acompañándola en la tierra liberada caería.

En tiempos glaciares y en un mundo congelado, bajo los ojos del invierno y acariciada por la vida, la primera planta nacería.

Desde el suelo bendecido, el retoño de un pequeño árbol emergería, en ese momento tan desolado todo se sacudiría. Tronco oscuro y hojas de un verde únicas en todo el mundo se revelarían.

Yggdrasil había sido concebida y todo se movería, una vez más todo cambiaría. Desde ese instante el destino de la hija de la vida se tejería.

Y una nueva página del libro primordial se pasaría.

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⏰ Última actualización: Apr 22 ⏰

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