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Vicissim

— ¿Cómo sabes que no puedes morir? — Cuestionó Sana una vez partió el barco. Miré a Jihyo, buscando la explicación de alguien más entendida del tema.

— ¿Le tienes miedo a la muerte? — Cuestionó. Asintió ella. —Nosotros no— Me metió en el paquete con la mirada, aunque claramente yo no era igual.

—No tenemos ese instinto primario hacia morir, esa es la mayor distinción— Aclaró. — ¿No podría haber un humano igual? — Preguntó, a lo que asentí yo. —No suelen vivir más de la adolescencia por lo mismo— Expliqué. —Digamos que tengo mucho estando así de joven— Señalé mi cuerpo para indicar que no era ni uno ni el otro.

—Lo normal es que podamos cambiar de sexo cada que queramos y por conveniencia, el no puede ni cambiar rasgos de su cuerpo— Añadió.

— ¿Te gusta esa forma entonces? — Cuestionó Sana, asintiendo Jihyo. —Todos tenemos una forma favorita o la de nacimiento, esta es ambas para mí— Explicó, viendo la lejana costa coreana.

— ¿Ya puedes caminar sobre el agua? — Me preguntó directamente, a lo que asentí. —Tardé más de lo que esperaba para modificar las moléculas de metales del agua de mar, pero ya lo logré— Miré en su misma dirección.

Se me acercó mucho. — ¿También lograste tú solo lo de la bomba? — Cuestionó, para alejarse después. Asentí. —En poca cantidad, la última vez casi me exploto yo mismo— Le respondí en un susurro.

—Si Tzuyu llega a ir a Japón, yo la freno y tú conviertes los metales en su interior y la haces explotar— Me siguió el juego, aunque ya teníamos una estrategia, a la cual mientras las japonesas supieran poco, mejor.

—Nuevamente, lo siento por toda esta sensación— Me volví a disculpar. —No pueden volver a Corea quizá por media vida— Me dejé caer en la cubierta, revelandoles el cómo había cambiado todo en sus vidas.

Esperaba unas quejas, cómo era costumbre, pero todas se quedaron calladas.

—Creo que sería una buena década para vivir en Japón con unas japonesas— Sentí como Jihyo se dejó caer a mi lado.

—No te sientas mal, no están muertas, ella no creo que las busque en Japón, además, van a estar con nosotros— Dijo en inglés, despistando a las japonesas ya nerviosas.

—No es cuestión de tiempo— Sonrió al decime aquello. Pasó a ver el horizonte, ausente de toda tierra firme. —Japón es otro, igual que Alemania— Aclaró, habiendo visto ambos la diferencia en esta última.

—Por suerte el dinero no es tantísimo problema— Miré a las japonesas, habiendo olvidado un detalle importante.

Vinotinto - Momo & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora