Capítulo 2

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Una mujer no es elegante por la ropa que lleva, ni por el aspecto de su cabello. Es un cúmulo de comportamientos y actitudes bastante difíciles de aprender.

Había que tener un don natural, ya que la simple práctica no era suficiente para alcanzar la perfección.

Mi madre era elegante, característica que presumía haber heredado, al igual que el baile y la agilidad motora.

Al ver ante mi a Isabel Urriaga con una bata de satén verde botella sobre un pijama largo a conjunto con un porte impecable a pesar de su edad, supe que no solo heredé de mi madre el devorar la atención de un lugar.

No hubo miedo en su mirada al enfrentarse al cañón de mi pistola, relajando incluso la postura de sus hombros que había adelantado al sobresaltarse por mi aparición.

Estiró su boca fina en una mueca irónica, cruzando los tobillos antes de terminar de relajarse contra el sillón.

-¿De que gemela se trata?-Preguntó con la voz suave y calmada-¿El ojito derecho de mi hijo o la cobarde que huyó de su deber?

Mi mano ganó firmeza sobre el arma. Procure no mostrar a esa mujer ni un gesto de molestia o perturbación alguna por sus palabras.

-Sabes más de lo que me esperaba.

Isabel sonrió con suspicacia, relajándose cada vez más en cada intercambio de palabras a pesar de tener el arma aún apuntándola.

Su cabello negro teñido estaba recogido en una aflojada trenza, no era de una largura excesiva, cercana a los hombros. No se había abandonado en absoluto con la edad, incluso se había hecho sutiles retoques estéticos para mantener la piel en su sitio. No era algo exagerado, llevando las arrugas con dignidad.

-Hace unos dos años mi hijo se presentó aquí para anunciarme que era abuela. Hacia diez por lo menos que no lo veía y cuando esperé que me hablara de unas gemelas bebés, me explicó que tenían ya más de veinte años y que las había ocultado por vuestra propia seguridad. Mentiría si diría que me sorprendió que me dejara al margen de mi progenie, pero engendré un Moon, con todo lo que ello implica-Se tomó un momento para observarme atentamente de pies a cabeza, analizando los detalles-Esa familia solo sabe engendrar belleza. Tu abuelo era...

-No me importa saber porque te follaste a mi abuelo...

-¡Esa boca!-Me interrumpió con voz afilada y autoritaria-Soy mayor a ti, así que tenme un respeto, niña.

Su mano derecha se abrió y se cerró sutilmente, mostrando su impulso de darme un tortazo para corregirme.

Definitivamente, aquella mujer no tenía nada que ver a Nana Rose.

-Se llevaron a mi pequeño querubín cuando no sabía formar una frase y apenas lo vi una vez al año después-Explicó entrelazando las manos sobre sus piernas-Cuando separas una madre de su cría, el vínculo se va perdiendo, la relación entre ellos también, pero siempre esta ese instinto de protección dentro de nosotras que jamás desaparece-Mi mano bajo el cañón del arma, de su frente a su pecho-Nadie que no sea madre, puede llegar a entenderlo, ni entenderás el porqué ahora te voy a pedir que bajes el arma del todo y te sientes a hablar conmigo como una persona civilizada y no como una Moon. No te conozco, pero eres sangre de mi madre, hija de mi hijo. Puedes confiar en mi.

Una persona ingenua, ni se habría planteado apuntar a una ancianita desprotegida en su casa entrada la noche, ni tampoco cuestionaría sus palabras y aceptaría la petición que me hacía con la mano extendida hacia el sillón frente a ella.

No era ingenua, pero si una gran jugadora.

Metí el arma en su funda a mi espalda, tomando el asiento libre que me enfrentaba a ella.

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