Capítulo 11

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¡Hola mis pequeñas golondrinas!
Antes de comenzar con este nuevo capítulo, tal vez deberíais refrescar los anteriores.
Retomamos las actualizaciones semanales.
Disfrutad mucho de la vuelta de La Mamba Negra 🖤

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Las guaridas de los monstruos eran todas iguales.

Siempre tenían un sótano siniestro donde ocultaban las cosas más depravadas y censurables.
Había estado encerrada en una de Callum antes.

Su estilo no había variado, pero sí el trato a aquellos que tenía encerrados.

No se escuchaban gritos conforme iba por los pasillos, pasando entre sus hombres que me vigilaban de reojo al pasar.

Era inevitable que mi pulso no se alterara, planteándome la posibilidad de acabar con todos ellos otra vez de ser necesario.

Me centré en seguir adelante hasta mi destino, evitando conjeturar quién habría al otro lado de las puertas de aquel sótano.

Llegue a la del miembro más reciente (aunque no podía estar completamente segura), custodiada por un tipo gigantesco que no dudó en poner los códigos pertinentes para abrir la puerta.

Tenía acceso total y el permiso del cabecilla de aquel ejército para entrar a esa habitación.

Llame con los nudillos, dibujando una sonrisa en la boca antes de asomarme por el perfil de la puerta.

-¡Hola! ¿Se puede?-Canturreé afinando la voz, deslizándome dentro como una serpiente, pegada a la pared para limitar la vía de escape.

No llevaba armas encima, ningún objeto puntiagudo, ni nada con lo que se me pudiera atacar o estrangular a excepción de la cadena de plata que portaba mi anillo de compromiso.

No siempre lo llevaba, solía dejarlo atrás por miedo a perderlo.

O revelar demasiado de mis debilidades.

En esos momentos llevaba una blusa que me permitía ocultarlo, llevando a Ángel conmigo un día más.

Enya me observó con un odio visceral desde el camastro donde pasaba la mayoría del tiempo, mordiéndose la lengua para no responderme.

Apartó la mirada con indignación, clavándola en la pared a su lado.

La cicatriz escarlata de su mejilla brilló con fuerza, aumentando mi sonrisa macabra.

-¿Me has echado de menos?

Se cruzó con fuerza de brazos, recogiendo sus piernas para pegarlas a su pecho sin abrir la boca.

El destrozo de su cabellera había sido arreglado por alguien, afeitando su cabeza para igualar los cortes que le hice con mis dagas para arrancarle esa preciosa melena.

Ni con la cicatriz ni con el cabello cortado al dos, Enya dejaba de ser preciosa, mi gemela.

Cabreada hasta el punto de ebullición, pero hermosa hasta quitar el aliento.

-Estas muy callada-Comenté tras varios segundos de silencio-¿No te apetece hablar con tu hermanita?

Enya soltó un siseo entre dientes, clavándose las uñas descascarilladas de esmalte rojo contra su propia piel.

Desvíe la mirada al resto de la habitación. Cómoda, limpia, con un aseo y una televisión para entretenerse. También había un par de libros y los escasos muebles reubicados para poder hacer ejercicio en el mismo centro de la habitación.

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