Capítulo 13

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Tres días antes.

Llamaron a la puerta de mi cuarto como cada día a la hora de la comida.

Cuando no me encontraba allí, dejaban la bandeja sobre el escritorio y la retiraban unas horas después. Si no me la comía, podía pedir lo que quisiera, era parte de vivir con servicio. Podías comer y pedir lo que quisieras cuando quisieras.

Abrí la puerta, encontrándome con una de las sirvientas de cabello rubio recogido y uniforme discreto e impecable.

Evito mi mirada, haciendo una pequeña inclinación de cabeza.

-La comida, señorita Moon.

Recordaba haberla visto anteriormente, sin llamarme en exceso la atención.

Un temblor en su mano al empujar el carrito con la comida me hizo fijarme un poco más en ella.

No llegaría a los treinta, era muy bonita, delgada y de ojos inocentes, aunque no pude captar mucho en su color porque evitaba mi mirada. Algún tono castaño.

Retrocedí un paso amplio para entrar a la habitación, negándome a coger la bandeja como acostumbraba a hacer.

-Pasa. Déjala sobre la mesa-Le ordene, concentrada en cada movimiento.

Se esforzó en parecer tranquila, con una sonrisa nerviosa en la boca. No tenía porque significar algo, siendo la reacción que solía tener la gente a mi alrededor en aquella casa.

Paso frente a mi, dejando la bandeja en su lugar.

Tome aire en profundidad, aspirando su perfume y el regusto de su champú floral.

-Ya puedes irte-Le ordene sosteniendo la puerta para que se fuera lo antes posible.

Con paso acelerado se escabulló de la habitación, arrastrando con ella de nuevo su aroma que volví a olisquear como si fuera un perro.

Cerré de un suave portazo, esperando a escuchar el carrito alejándose.

Cuando estuve segura de que se había ido, me acerqué a la bandeja y la observé con detenimiento.

Nada en la ensalada o la carne en salsa parecía estar fuera de lugar. Tampoco el agua embotellada parecía haber sido abierta.

Incliné un poco mi nariz sobre la bandeja, esforzándome en detectar algo.

No noté nada extraño.

Fui hacia mi cómoda, rebuscando en ella hasta sacar mis guantes de cuero. Me los puse y me dediqué a tirar la comida por el inodoro, lamentándome por estar echando a perder una carne tan estupenda.

No me quedaba otro remedio que hacerlo.

El topo sabía que conocía su existencia, había escuchado la conversación que había mantenido con mi hermana y con Bikram.

El topo venía a por mi, intentando matarme de una manera tan simple y patética como resultaba en veneno.

-La caza ha empezado, topo-Murmuré presionando el botón de la cisterna, dejando ir toda la comida contaminada por ella.

Presente.

La caza había resultado más aburrida y corta de lo que me había esperado.

Solo había estado unos días sin comer ni beber nada, a la espada de que hubiera cualquier tipo de cambio de comportamiento a mi alrededor.

Mi comida era alterada de camino a mi habitación, en las cocinas no le ocurría nada y salía intacta. Era durante el trayecto que le echaban el veneno.

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