Capítulo 5

35 3 0
                                    

- ¡Ya era hora! - espetó Neela. - ¡Todos los años haces lo mismo! No sé ni por qué te sigo esperando.

-Ya está, Nïl, tranquila...- intentó calmarla Spiro, sin éxito.- Tampoco es tan tarde. Si nos damos un poco de prisa, aún ni habrá comenzado el sermón. Además siempre dicen lo mismo, no sé qué te interesa tanto de la ceremonia.

-Que nuestra madre es una de las Maestras, ¿te parece poco?

-Mmmm.... Sí.- rió.- Es Maestra del Agua, así que es sólo tu profesora.

Neela se sintió profundamente irritada de la forma en la que Spiro acentuó sólo a ella, casi más que la risilla que soltó o la parsimonia con la que se movía, tan despreocupado.

Acababan de salir de los dormitorios. Aquellos dos edificios gemelos se levantaban no muy lejos de la escuela. Desde la distancia parecían partes de la misma estructura por su conjuntada fachada, pero estaban separados por unas decenas de metros y un alto muro. Dejaron el equipaje sin deshacerlo ni ordenar nada. Neela pudo suponer que su hermano se quedó charlando con los compañeros de habitación o tumbado en la cama mientras los demás se marchaban.

-¿Y dónde está Dalia?- preguntó Spiro risueño.- No la veo por ninguna parte. No me digas que ya no sois amigas. ¿Os habéis peleado por un chico, quizás? Vaya, vaya...

-Mira que eres idiota. Estará ya en el auditorio, ella no tiene ningún hermano estúpido al que esperar.- Neela arqueó las cejas y continuó.- Y no me extraña que este año nadie se haya molestado en esperarte a ti.

-Eso ha dolido.

-¿Dónde está Xeil? 

Spiro se encogió de hombros y negó con la cabeza.

-Supongo que también se ha adelantado.

Continuaron con paso ligero hasta llegar a los jardines de la escuela. Apenas vieron dos estudiantes, lo que les daba a entender que, efectivamente, llegaban muy tarde. Subieron las escaleras de la entrada de dos en dos.

-Ciñete bien la túnica. Rápido, no tenemos tiempo y lo que nos hacía falta es una bronca del portero Gheor.

El uniforme consistía en una larga toga color ceniza que Spiro siempre llevaba abierta dejando ver su informal vestimenta. Las costuras, los botones, los contornos, el pelo de la capucha y las mangas eran del mismo azul que adornaban las estructuras de La Academia. El clima de la ciudad era frío y, aunque no solía bajar de los cero grados, era común ver a los alumnos vestir la túnica de la escuela como abrigo incluso cuando no tenían clases.

Una vez en el vestíbulo, adoptaron un comportamiento mucho más mesurado. Caminaron con pasos más cortos y aguantándose la agitada respiración. Incluso Spiro cambió sus formas nada más pisar el recibidor. Miraron al conserje y Neela saludó con una educada sonrisa.

-Buenas tardes, Señor Gheor.

-Llegáis tarde.- puntualizó con una medrosa voz ronca.

-Es cierto, y lo sentimos mucho. Tuvimos un percance por el camino.

Ese era el motivo de su repentino sosiego; el Señor Gheor. Nada infundía más miedo en toda La Academía que aquel hombre. Apenas era más alto que los alumnos primerizos y a eso había que sumarle que siempre iba encorvado. La edad y la corpulencia exageraban las pieles flácidas a los lados de la cara. Todas sus arrugas parecían dibujar enfado y siempre carraspeaba como si estuviera quejándose. El poco pelo cano que le crecía encima de la nuca y las orejas caía por sus hombros.

-Id, ¡pero no corráis!

-Claro.- respondió Neela con voz suave, intentando no mostrarse nerviosa.- Hasta luego, Señor Gheor y muchas gracias.

ElementalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora