Capítulo 2

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Las prendas se iban acumulando encima de la cama de Spiro mientras hacía el equipaje. La mayoría de su ropa era muy similar; el joven siempre acababa con los pantalones ajados o parcheados y lo mismo ocurría con sus camisas de cordones, todas tenían el cuello holgado del desgaste.

Aunque todo eran mudas dobladas deprisa y sin cuidado, consiguió cerrar con facilidad las dos correas de la maleta. Era un adolescente caótico y lo peor era que ni siquiera se preocupaba por disimularlo. Seguramente tampoco se hubiera asegurado de cargar todo lo que iba a necesitar para pasar un curso entero en La Academia.

Sacó la maleta a la entrada y la dejó delante de la puerta. Vio a un lado la que correspondía a su hermana mayor. Era el doble de grande, con las agujas de ambas hebillas atravesando un orificio que claramente estaba hecho mano, porque la correa ya no daba más de sí. Pegada a la maleta había un fardo de libros empacados con dos cuerdas.

-Nïl, cada año te pasas más...- dijo para sí mismo, sin sorprenderse.

La tercera puerta del pasillo era la habitación de su hermana pequeña, Lïfa. La entrada estaba vacía. A pesar de que lo más común era que los Elementales comenzasen la academia a la edad de los catorce, Lïfa, a sus quince, aún no tenía la maestría suficiente para ingresar.

Normalmente, los que contaban con el poder de moldear su elemento nato, empezaban a experimentar por sí mismos desde niños. Cuando llegaban a La Academia ya tenían ciertas nociones esenciales y pericia por puro instinto. Aunque todo el mundo tenía una habilidad, sólo una minoría lograba dominarlo.

Lïfa por mucho que se esforzase no conseguía resultados ni siquiera mediocres. Por este motivo las flores de su jardín tenían tanto valor; logró hacer brotes de las semillas de diferentes familias y que crecieran de forma natural por años. Pero la virtuosidad de un Elemental de Tierra con la botánica no tenía lugar en La Academia. Al fin y al cabo ahí se instruían futuros soldados. Spiro soltó un suspiro y dejó de darle vueltas a la idea de otro año sin su hermana pequeña.

Bajó las escaleras hacia la cocina. Neela le esperaba desayunando, con un libro abierto delante suyo. La luz entraba por la enorme ventana que dejaba ver el jardín por completo. Al otro lado del vidrio se veían a Lïfa y a su madre cuidando de las flores.

La pequeña tenía unas facciones angelicales; unos ojos grandes de color café y el pelo negro ondulado con unos reflejos castaños que brillaban al sol. Ponía gran empeño en desenraizar las malas hierbas con un toque de su índice. Las briznas muertas se le enroscaban al dedo hasta desarraigarse por completo. Sus labios dibujaban una sonrisa inocente sin darse cuenta. La madre, por el contrario, era idéntica a Neela. El cabello más corto y liso, caía hasta los hombros, con dos mechones largos a cada lado. La misma mirada de pupila marina y esa expresividad seria que parecía indeleble. Tenía unas gafas ovaladas a media altura de la nariz y un pronunciado lunar en la mejilla derecha. Maquillaba sus labios de granate haciendo que contrastasen así con su pálida piel. Vestía perfectamente señorial; una camisa oscura ceñida y pantalones largos. Exaltaba su figura tanto que la hacía ver varios años más joven de lo que en verdad era. De su cadera izquierda colgaba un fino mantón de lino azul que no llegaba a tocar el suelo. Parecía que ya estaba preparada para dar clase.

Spiro miró a Neela. En una mano asía una taza mientras con la otra pasaba páginas del libro. Era su ritual matinal. Una infusión de hierbas que se veían flotar, panes de leche y, como no, lectura.

-¿No lo has memorizado aún? - se burló él - Qué decepcionante...

Ella le cedió una mirada imparcial y terminó el sorbo de té. 

-Mamá te va a matar, lo sabes, ¿verdad?- le contestó haciendo alusión a su pelo blanco.- Por cierto, sigues con la ceja manchada. 

Spiro le devolvió la sonrisa, aunque por dentro no encajó del todo bien el golpe. El tinte que se había derramado, le había dejado una parte de la ceja derecha blanqueada. Cogió un bollo del centro de la mesa y le dio un bocado.

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