Un ambiente oscuro, una mente misteriosa y trastornada.
Los problemas mentales son algo serio, pero es interesante querer entender la mente de alguien realmente trastornado.
-Eres mía, serás mía y si tengo que matar para que sea así créeme que lo h...
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Lalisa Manobal-Kim
Me quedé mirándola en silencio. No tenía el valor suficiente para verla.
En cuanto la vi desde la distancia de pie junto a la fuente y un lienzo blanco con un dibujo, supe que era ella.
Mi corazón se detuvo y sentí como si se hubiera caído al suelo al tomar el coraje de llamarla y cuando se volteo... las ganas de llorar me invadieron.
Sus ojos. Sus hermosos ojos ya no eran como antes. Se veían animado, sin embargo no tenían ese brillo especial. Aún así creí que ella estaba mejorando. Su mirada pasó de ser una sin vida y perdida a ser una pacífica pero aún eran unos ojos apagados.
Los ojos no mienten, por eso quería verla en persona y confirmar que ella realmente estuviera mejorando.
Valió la pena.
Con nerviosismo la admiré, su cabello era más largo y liso. Estaba algo más delgada lo que se notaba en sus mejillas y mandíbula marcada. Se veía algo más pálida pero no era tanto la diferencia.
Se seguía viendo preciosa.
Mi mente me hizo un daño gigantesco al traerme memorias de vuelta de su imagen cubierta de sangre con una sonrisa macabra en el rostro. Estaba disfrutando del momento hasta que recordé el porque estaba en este psiquiátrico.
La emoción me abandonó y una mala nostalgia me invadió, sintiendo lágrimas abultarse en mis ojos.
—Lisa... —Susurró con un rostro sorprendido aún.
Mi cuerpo se quedó tieso al sentir sus manos tomando las mías. Eran frías, no era reconfortante.
—Lili... —Volvió a hablar y mi mente hizo un click al escuchar ese apodo con aún más memorias horribles.
—No me llames así por favor. —Intenté que mi voz no se rompiera, aún así fue inevitable.
Su mirada se contornó y ahora era triste. Claramente ella había entendido porque le reprimí que me llamase así.
Mi cuerpo ahora tembló mientras me negaba a llorar frente a ella pero mis emociones me lo hicieron imposible, comenzando a derramar algunas lágrimas. Noté sus ojos también cristalizarse automáticamente que comencé a sollozar.
—¿Porqué Jennie? ¿Porque me hiciste esto? ¿Porque tuviste que hacer mi vida tan miserable? —Hablé con un nudo en la garganta, sintiéndome abrumada por este sentimiento comprimiendo mi pecho constantemente.
