Capítulo 8

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Kathleen

Todo el camino transcurre en una grata conversación. Stella burbujea de felicidad, el brillo que siempre acompaña a los Ángeles hoy es aún más intenso. Es realmente hermosa mi Ángel, como un hada. Al llegar a la casa la ayudo a bajar. Tomadas de las manos, la guío hasta el patio trasero. Allí el equipo de decoración que contraté ha preparado un área para comer. El gazebo está decorado con hermosas luces colgando desde el techo. La mesa está puesta, con velas, está protegido del viento. Los Inframundanos somos insensibles al frío o el calor, a no ser que sean temperaturas extremas como las del ártico o un volcán, solo entonces nos veríamos ínfimamente afectados por la temperatura. A diferencia de los Vampiros, que no pueden sentir el clima, nosotros sí, pero somos inmunes al frío.

—Es hermoso. —corre hacia el gazebo y deja el ramo de flores a un lado.

—Es algo simple, pero espero que tengas una velada agradable.

—Es bellísimo. —se gira a la fuente, sé que ama verla encendida con las luces y el cielo nocturno.

La cena es tranquila. El plato de pollo Alfredo con papas salteadas es su segundo favorito. Solo por hoy traje champagne, para celebrar el tan feliz acontecimiento.

—Por favor, bailemos. —dice tirando de mí.

Todo el tiempo que hemos estado aquí ha estado sonando una suave música, creando a nuestro alrededor un ambiente encantador.

—Bueno. Tengo que decirte que no soy muy buena bailarina.

El ritmo es lento, suave. Mi mano izquierda cruza su cintura y tiro de ella hacia mí. Tomo su mano izquierda en la mía y nos movemos lento al son de la música. Ella está relajada contra mí mientras se balancea conmigo. Su cabeza descansa contra mi hombro ocultando su rostro en mi cuello. Siento la respiración suave y serena que choca con mi piel, haciendo que se erice.

—Gracias. —susurra de un momento a otro.

— ¿Por qué? —pregunto.

—Por esto. Es el mejor cumpleaños que jamás he tenido, no es como si tuviera uno antes. —confiesa tímidamente.

Me separo un poco de ella para verla al rostro.

— ¿Nunca tuviste uno?

—No, realmente. Bueno, mi nana siempre me daba un pedazo de pastel o cupcake.

—Eso me recuerda.

Me separo de ella por completo y voy a la casa. Traigo un pastel mientras vuelvo a entonar la canción. Cuando estoy de nuevo dentro del gazebo enciendo las dos velas sobre el pastel con los números "1" y "9".

—Ahora sí, pide un deseo.

Su sonrisa se ensancha, entonces mira a las velas, concentrada, mientras piensa en el deseo, hasta soplarlas con ganas. No quiero saber su deseo, quiero que sea su propio recuerdo. Saco la caja rectangular de mi bolsillo y se la doy.

—Es un pequeño obsequio.

La veo abrirla y sacar la pulsera de oro blanco con un pequeño dije en forma de alas.

—Es hermoso. —dice, intentando ponérselo.

—Te ayudo.

Tomo los extremos de la pulsera y la pongo alrededor de su delicada muñeca. Levanto su mano suavemente y dejo un beso en la piel de su muñeca.

— ¿Puedo... puedo pedir un deseo más? —pregunta, el rojo subiendo por su cuello hasta llegar a sus mejillas.

—Claro, dime.

Crónicas de Inframundanos - El ángel  para el ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora