Capítulo 11

860 123 9
                                    

Stella

Se siente raro estar separada de Lee. Es una sensación extraña en el centro de mi pecho. Desde que llegué a la casa siempre ha sido así. Siempre me ha gustado estar cerca de ella, aunque fuera para pelear o reclamarle algo. Me hacía sentir mejor estar a su alrededor. Ahora creo que el que estemos unidas hace de esa necesidad mayor. Llevo mi mano a donde sé están los dos puntitos, sonrío de solo recordarlo.

—Hey, ¿por qué tan sonriente? —Stacy llega a mi lado.

—Nada, dejaré la carrera. —le comunico.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—No me gusta, lo estudio porque creí que así sería de utilidad en mi matrimonio, pero lo odio.

— ¿Tu esposa te obligó?

—Oh, no. De hecho, siempre me ha dicho que estudie lo que deseo. Ya lo decidí, dejaré esto y me tomaré un tiempo para saber qué es lo que realmente quiero.

—Bueno, tienes una esposa rica, creo que puedes tomarte el tiempo que quieras.

—Sí. Tal vez hasta me tarde un poco más en volver si decidimos ir a por la familia.

La idea comienza a hacerme ilusión, tener una mini Kathleen sería magnífico. De repente la perspectiva de tener a una pequeña que se parezca a Lee me emociona. Una pequeña pelinegra de ojos plata debe ser lo más hermoso, corriendo y llenando la casa de esa hermosa risa de bebé. Stacy me ve como si estuviera loca.

A la hora del almuerzo le envío a Lee un mensaje de texto con la película que quiero ir a ver. Aún no guardo mi celular cuando un número desconocido llama.

— ¿Bueno? —contesto.

—Stella... Necesito hablar contigo. —la voz de mi tío me sorprende al venir del otro lado.

—Estoy ocupada. —replico.

—Solo será un segundo, estoy en el estacionamiento de la universidad.

Muerdo la uña de mi dedo pulgar, pensando qué debo hacer. Finalmente le digo que iré. Es mi tío, jamás fue malo conmigo, de hecho, ahora mismo le agradezco que me diera a Lee, es lo mejor que me ha pasado en toda la vida.

Camino hasta el estacionamiento antes de entrar en mi siguiente clase. Él está delante de un auto que jamás había visto, se ve viejo, como si sus años de utilidad hubieran pasado. El color crema luce más oscuro por la capa de polvo que tiene encima.

—Hola. —saludo al llegar a su lado.

Su ropa elegante ha sido sustituida por unos jeans y una sudadera. No se parece al hombre con el que crecí.

—Stella, hermosa. Escucha, no tenemos mucho tiempo.

— ¿Para qué?

—Tenemos que irnos. —contesta, completamente paranoico.

— ¿Estás loco? No iré a ninguna parte.

Me giro para marcharme de aquí, fue una muy mala idea venir con él.

—No tienes opción. —uno de sus brazos me rodea y siento un fuerte pinchazo en mi cuello.

¿Dónde están los estúpidos guardaespaldas que Lee me puso? Este sería un buen momento para que aparecieran. Pero mientras mis ojos se cierran no veo llegar a nadie. Finalmente caigo en la inconsciencia. Tengo pesadillas, pesadillas de estar ante el cuerpo de Lee cubierto de sangre, pesadillas de correr por pasillos sin fin.

Despierto, pero siento los ojos pesados. Creo que estoy sobre una cama, pero no es mi cama. Lucho contra la pesadez en mi cuerpo y el mareo que me impide levantarme.

Crónicas de Inframundanos - El ángel  para el ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora