Capítulo 12

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Kathleen

Regreso a la universidad, sé quién demonios puede saber dónde está mi Ángel. Avisto al famoso David, está alejado de todos y parece dialogar por celular. Lo veo ir al área de estacionamiento, apartado de todo, y aprovecho mi oportunidad. Me acerco lentamente y cuando está lo suficientemente distraído lo subo a mi camioneta. Con un golpe seco lo dejo inconsciente. Todos olvidan que los Inframundanos somos los seres más fuertes del maldito lugar.

Llego a toda prisa a mi casa. Entro al cobertizo con él en hombros. Es como llevar un costal de papas, y lo dejo caer con fuerza contra el suelo, generándole un quejido al caer. Saco las cadenas de plata que tengo, me importa poco el dolor que causan en mi piel cuando comienzo a atarlo a una silla.

—Oye..., oye, déjame ir. —comienza a quejarse, forcejeando.

Sus ojos se llenan de lágrimas y veo cómo los lentes de contacto se mueven, revelando el iris dorado. Debí saberlo antes.

— ¿Dónde está? —mi voz suena casi animal, los ojos del hombre se agrandan.

—No lo sé, lo juro. —sus ojos se anegan en lágrimas, pero no siento remordimiento cuando tomo su mano y la retuerzo, escuchando los huesos crujir — ¡NOO! Por todos los Dioses, juro que no lo sé.

Cierro mi mano en un puño y voy directo a su rostro. Noto los huesos romperse con el impacto y me recuerdo que debo controlarme para no matarlo de un golpe. El grito agónico desgarra su garganta y la sangre comienza a brotar de su nariz y boca. Le doy varios golpes más, dejando su rostro magullado; sus ojos están inyectados en sangre y tengo sed de ella.

—Por favor —suplica con labios partidos y sangrantes —. Piedad.

— ¿Piedad? ¿Por qué tener piedad con una especie que jamás la ha tenido?

—No todos son malos, algunos no tenemos más opción.

—Por última vez. —mi voz tiene un filo mortal que estoy segura que hace que se moje los pantalones — ¿Dónde está?

—Yo solo debía vigilarla, eso era todo.

La puerta tras de mí se abre, revelando a una mujer. Estoy demasiado al borde para fijarme y casi me lanzo hacia ella, hasta que la escucho hablar.

—Por la Diosa, todos adentro están aterrorizados; ¿qué pasa, Kath?

— ¿Thea? —cuestiono, fijándome mejor.

Tras ella hay otra mujer, sus ojos están enormes y luce asustada, seguro le parezco un demonio.

—Espera dentro, amor. —le dice Thea.

Cuando ella asiente y da la vuelta, mi hermana se regresa a mí.

—Se llevaron a Stella y esta basura de Infraser sabe dónde está.

—Por favor..., yo no...

Tomo la cadena y la enrollo en su cuello. Siento el olor a carne quemada y el gorgoteo de su garganta, soltandolo cuando me canso.

— ¿Dónde? —mi voz no parece mía.

—Kath, ¿esto es necesario? —pregunta mi hermana, casi horrorizada.

—Imagínate que fuera esa chica —sus ojos cambian y parece compartir mi opinión —. Bueno, chico, tú decides cómo quieres salir de aquí.

Sus ojos se agrandan y comienza a negar con la cabeza.

—No sé... Su tío se la llevó antes que nosotros pudiéramos llegar. Lo juro, es la verdad.

—Comunícate con los tuyos.

Crónicas de Inframundanos - El ángel  para el ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora