1 | he came back

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Katherine

Mi quinto shoot de Jagger a este punto no sabía a nada. No raspó, no quemó y tampoco se sintió amargo al deslizarse por mi garganta. Leah, a diferencia de mi, solo me observaba con diversión cuando me recosté sobre su felpuda alfombra como si fuese una estrella de mar.

—¿Tú no tenías un compromiso hace como dos horas? —Todo se oía borroso, hasta la voz acusatoria de mi amiga, que sustituía a la de mi consciencia.

—¿Te refieres a acudir al reencuentro con el único chico al que amé y después odié? —Respondo con otra pregunta, viendo como el techo daba vueltas.

La risa de Leah era casi inaudible.

—Exacto, ese mismo —Responde ella— Me dijiste que ibas a beber lo suficiente como para confrontarlo, y ahora dudo que puedas mantenerte en pie para llegar a tu casa.

Sip. La valentía que reuní durante estos cuatro años se vio colapsada al enterarme de su regreso, y el alcohol parecía mi único aliado para abordar esa situación.

—Cállate, si ahora mismo pensaba ir —Me incorporo con lentitud, cuando siento que me falta el aire.

Me lanza una botella de agua que cae de lleno en mi estómago —¡Ay!

Me quejo, tomando el objeto de plástico a cámara lenta y bebiendo un enorme sorbo que casi me deja sin respirar.

—Tu madre va a matarte, y cuando le digas que soy tu cómplice, mi destino no será diferente al tuyo —Añade, balanceando mi móvil donde puedo distinguir las casi veinte llamadas perdidas de mi progenitora.

Comienzo a reírme, haciéndome gracia como sus ojos se abrieron en demasía por el terror.

—Hazme un favor, ¿quieres?

Me toma de la mano cuando se la extiendo y me ayuda a ponerme en pie, sosteniéndome cuando sentí que iba a desplomarme en el suelo nuevamente.

—Si me prometes no desmayarte, te hago los favores que quieras —Suplica, y yo me aparto de ella cuando me siento fuerte para soportar mi peso por mi misma.

—Ya que eres la reina de la sobriedad ahora mismo... —Comienzo, gesticulando exageradamente con mis manos en lo que avanzo para salir de su habitación con cautela— ¿Te importaría llevarme a casa y ahorrarme una muerte segura?

—Si llegas así, vas a morir de todos modos —Añade— Es más, ¿mañana no trabajas?

Recuerdo la advertencia que me hizo Fred, pero de todos modos no iré. Mañana precisamente no puedo y será problema suyo entenderlo o no.

—No —Zanjo, evitando el sermón que iba a darme y lo juzgada que me iba a sentir tras sus insinuaciones acerca de lo poco moral que es mi trabajo.

Suspiro de forma teatral, y tomo el pomo de la puerta dispuesta a irme con o sin su ayuda. Mañana iba a estar lúcida para afrontar ver la cara de Tom Kaulitz, a diferencia de hoy, que estaba tan anestesiada como para si quiera entablar una conversación decente con mi mejor amiga.

—¡Para! —Sonrío triunfal aún dándole la espalda, porque percibo que va a acceder— Te llevo.

Doy saltitos de emoción y me giro entre risas cuando refunfuña colocándose la chaqueta. En menos de cinco minutos, ya estamos subidas en su coche rumbo al que será el terreno de guerra. No paro de picar el tapiz del suelo con mi pie, mordiéndome las uñas en un intento por calmar mi ansiedad.

Cuando veo asomar la gran mansión Dashkov, siento el vomito subir por mi esófago.

—Me quitaré el cinturón de seguridad y tu vas a estrellarte contra mi casa, así moriré en el acto —Me quejo, cuando aparca frente a la puerta principal.

Ilícito | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora