2 | engagement

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Tom

—Acompáñame Bill, será divertido —Animo al aburrido de mi gemelo, quien solo se dedicó a desembalar cajas para instalarnos de nuevo en casa después de años.

—¿Tengo cara de acudir a prostíbulos? —Se niega por decimocuarta vez en la tarde, doblando sus camisetas oscuras y colocándolas en el armario.

—Tienes razón, tienes más cara de estreñido en general —Ironizo, pero él simplemente me ignora— Además, ya te dije que es noche de hermanos. Solo tu y yo frente a mujeres bellas bailando para nosotros.

—Porque sabes que Georg y Gustav te mandarán al carajo a la mínima que les ofrezcas semejante propuesta —Escupe y tiene razón.

—Mira, te prometo que será solo esta noche. Nunca más —Suplico, apoyándome sobre los brazos cuando me reclino hacia atrás en su cama.

No recordaba el aspecto mortífero que tenía nuestra casa, solo conservaba los buenos recuerdos que me transmitían. Sobretodo el patio, que antes estaba más decente, ahora el césped estaba demasiado alto y descuidado.

—¿Te recuerdo uno de los motivos por los que regresamos? —Cuestiona, sin mirarme, pues doblar sus prendas parecía más interesante que abordar este asunto.

—No hace falta, si es el mismo por el que nos fuimos en un principio —Le recuerdo, ahora acostándome boca arriba mirando el techo— Y míranos. De todos modos, siguen creyendo que haré algo como eso solo por ayudar a nuestros padres.

—Tom —Ya detectaba su tono cuando me quería reñir o soltar uno de sus sermones, así que siseo pero éste me ignora— Ya sabes lo que opino de anteponer tu felicidad a la de los otros.

—Ya le dije a mamá que no voy a hacer eso. Hice lo que me pidió en un principio justo antes de irnos y ahora estoy pagando las consecuencias, no volveré a seguir sus órdenes como si para ella fuese un perro faldero en vez de su hijo —Protesto en tono molesto, levantándome de golpe para encontrarme al comprensivo de Bill sentado en el mismo lugar frente a mi.

—Sabes que comparto tu mismo pensamiento y que no seré yo el que te anime a hacerlo —Alzo los pulgares en su dirección, aunque me intuyo lo que viene— Pero...

—Siempre hay un pero.

—Si al final cambias de opinión, ¿no crees que ella se enojará si descubre que andas yendo a esos lugares?

—Ni que fuera seguido —Me quejo y es verdad. Había ido dos veces contadas en mi vida cuando estábamos de gira solo por diversión, pero me entró curiosidad cuando aterrizamos en Los Ángeles— Además, estoy soltero.

—Dirás casi comprometido —Agrega y bufo— Bueno, bueno. No dije nada. Estás soltero y eres libre de ir donde te de la gana querido hermanito.

—Gracias —Señalo con sorna, provocándole una sonrisa— ¿Eso significa que vienes?

—No. Y si quisiera, que no es el caso, no iría porque esta noche es el cumpleaños de Katherine —Al recordarlo, pongo los ojos en blanco.

—Que ingenuo eres, de verdad. A veces dudo en si tu y yo salimos del mismo agujero.

—¡No hables así del aparato reproductor de mamá! —Se burla, señalándome con fingida advertencia.

—Aquí el punto es que esa niña no nos quiere en su fiesta —Recalco, alzando las cejas para evitar que suene a reproche.

—Dirás que no te quiere a ti, a mi si que me quiso invitar.

—Ajá —Ironizo.

—De verdad. Si me escribió luego de marcharse a su habitación para disculparse por su actitud y para decirme lo feliz que le hacía que haya regresado.

Ilícito | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora