8 | hate and desire

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Katherine.

La incomodidad de Tom se notaba de Rusa a Los Ángeles mientras la servidumbre de la mansión nos servían la cena a los ocho presentes.

Anastasia hizo acto de presencia también, y se sentó a mi lado. Cosa que agradecía, ya que podía tener al frente al chico que no paraba de frotarse las palmas de las manos por sus muslos.

Si me hubieran dicho que se ponía así de nervioso con un sutil acercamiento, lo hubiera hecho de niña.

—Estas muy callado y rojo como un tomate, Tom, ¿pasa algo? ¿no te gusta el picante? —Anastasia estaba ajena a todo lo que sucedía entre el alemán y yo.

Luego tendría que ponerla al día, porque con lo que acaba de preguntar Tom se puso más nervioso. Yo lo miraba sin tratar de disimular mi sonrisa, porque eso aún lo molestaría más.

—No me agrada del todo, pero Kira me dijo que estaba suave, así que lo probaré —Tan patético que quedó al mencionar a su prometida y mirarme, como si aquello me fuese a poner celosa o a replantearme cambiar mis planes.

—No sé yo si es suave del todo...

—Parecemos Mexicanos —Me quejo ésta vez yo.

Desde que padre regresó de dicho país, se empeñó en recrear sus comidas por lo fascinado que quedó.

—Créeme, hija. Cuando lo pruebes te encantará —Asentí, pero no muy convencida.

Arrastro la silla hacia el frente, siendo obvio el desagrado de madre por mis pintas. No pensaba cambiarme, total, seguramente mis vestidos ajustados de cuero no le fascinarían más.

Aunque el pijama no es que fuera de tela muy gruesa y yo eso lo sabía. Como me diera frío, todos los presentes se darían cuenta al mirar mis pechos.

Creo que hasta Tom se había dado cuenta, pero disimuló en cuanto su prometida le tomó del hombro antes de sentarse a su lado. Bill, asqueado de pasar tanto tiempo pegado a Kira, optó por colocarse al lado de mi hermana.

Padre y madre en ambos extremos de la mesa, mientras mis tíos lo hacían al lado de su hija.

Los nachos con guacamole y Wasabi me encantaron. Sobretodo éste último mencionado, porque tenía un toque picante que parece que solo padre y yo tolerábamos.

Kira lo detestó, ni hablar de mis tíos o de los gemelos. Anastasia y madre ni siquiera lo probaron, pues ya el olor no les incitaba a ello.

—¡No sé cómo toleras el intenso picor, niña! —Se queja tío, tomando vasos y vasos de agua bajo la risa de algunos.

Me limpio las comisuras con la servilleta, rozando de más mis labios con la vista fija al frente. Tom vacila sus ojos, de su plato a mi, carraspeando cuando casi se atraganta.

—Siempre tuve buen paladar...

Su mirada de advertencia, en vez de fastidiarme o frenarme, me calentó de una forma enferma. Ni yo sabía como eso era posible, pero verlo enojado me encendía más que en cualquiera de sus otras facetas.

Menos mal que ni Diosito podía leer mis pensamientos.

Tuve que aguantar toda la cena los comentarios entusiasmados de Kira acerca de su futura boda, la falsa emoción de Tom y la charla leve entre mi tía y madre.

Bill y Ana buscaban la forma de crear su propia burbuja y reírse de vez en cuando de sus propios comentarios.

Los envidiaba de cierta manera, porque yo eso lo solía hacer con ambos tiempo atrás, pero ahora solo me quedaba tolerar estas reuniones bobas y sin sentido sola.

Ilícito | tom kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora