Seis

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En un caluroso día de verano, el sol colgaba en el cielo, enviando rayos abrasadores que hacían que el asfalto del pueblo pareciera derretirse. Perséfone, con un vestido ligero y unas gafas de sol que apenas lograban mitigar la intensidad de la luz, esperaba en la parada de autobús. Con una mueca de disgusto miraba su teléfono, sus ojos estaban totalmente sumergidos en el aparato. Había pasado toda la mañana intentando contactar a Sam, sin obtener respuesta alguna. Cada minuto que pasaba sin noticias suyas la llenaba de fastidio y preocupación, pero más que nada enojo.

Un suspiro frustrado escapó de sus labios mientras consideraba la posibilidad de que Sam la hubiera dejado plantada. Maldijo en voz baja y con resignación, apagó su teléfono y lo guardó en su bolsillo. Dirigió su mirada hacia el frente y una emoción más poderosa emergió en su interior al ver el autobús finalmente llegar, su estómago empezó a revolverse por el ansia y sintió que las piernas le temblaban.

Justo en ese instante, una figura conocida emergió en la distancia, era su madre, quien había llegado de visita. La granjera corrió hacia ella, lanzándose a sus brazos en un abrazo emocionado. Las emociones negativas que había sentido momentos antes se evaporaron por completo ante la presencia reconfortante de su madre. El abrazo era cálido y emocional, como si durante ese instante todo el mundo a su alrededor desapareciera. El sonido de los coches y la charla de la gente se desvanecieron mientras madre e hija compartían un momento emotivo en medio de la bulliciosa parada de autobús.

—¡Mamá! —exclamó Perséfone, sintiendo que el corazón le brincaba de alegría en el pecho. - ¡Me moría por verte!

—Percy, he estado esperando este momento tanto como tú. —La madre de Perséfone respondió con una sonrisa radiante mientras acariciaba su cabello con ternura.

Finalmente se separaron, aunque no quisieran, ambas estaban radiantes de felicidad por el esperado encuentro. Perse limpio unas lágrimas de su rostro, antes poniendo los lentes arriba de su cabeza. Se percató del equipaje que traía consigo su madre que parecía pesado y la ayudo, rápidamente emprendieron rumbo hacia su granja.

—¿Muy largo el viaje? —preguntó Perséfone rápidamente, su sonrisa aún iluminando su rostro, como si se sintiera atrapada en un sueño del que no quería despertar.

—Ya sabes, lo usual—Su madre respondió, usando la mano para abanicarse, y luego exclamó con un toque de dramatismo—: ¡Por Yoba, me estoy asando viva!

—Te aseguro que se pone aún más caluroso hacia el mediodía —añadió la joven con humor—. Elegiste una buena época para vacacionar, mamá.

—Ya hablas como toda una lugareña.

Después de un rato de charla animada, en la que compartieron chismes jugosos de la familia extendida y se pusieron al tanto de las últimas novedades, finalmente llegaron a su lugar de destino. La granjera, con gestos ágiles, dejó el equipaje en un rincón y se dirigió hacia la cocina. Y su madre sintió un profundo atisbo de nostalgia al ver el lugar, que permanecía casi inmutable desde su última visita. Sus recuerdos se agolparon mientras observaba la escena.

Mientras aún estaba sumergida en su evocación del pasado, su hija regresó sonriente con un vaso de agua en la mano.

—He dejado todo tal y como lo dejó el abuelo — Menciono, al notar que su madre no dejaba de ver la vieja decoración.

—Aprecio mucho que hayas mantenido todo en orden, Percy. Este lugar tiene un espacio especial en mi corazón. - Tomó un sorbo refrescante antes de responder con algo de pesadez. - No hay día en que no piense en tu abuelo.

—También lo extraño, ma'—dijo Perséfone, notando que las lágrimas comenzaban a escapar de los ojos de su madre. Rápidamente, esta última las limpió y esbozó una sonrisa. — Al menos tenemos un pedacito de él, ¿no?

H e a r t b r o k e n || Stardew Valley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora