—Si... Claro, fue lo primero que revisamos, gasolina no le falta, estaba con el tanque a medias. Si... ¿Cómo dice?... Ah, me parece que no tiene... ¿Mas costoso, dice? — Helena, a un costado de la carretera, luchaba por oír a la persona del otro lado de la línea, la señal era deficiente y entender lo que decía era como desencriptar un código.
Caminaba como un péndulo cerca al auto con la esperanza de agarrar la señal suficiente para oír claramente. Y las personas en el auto tenían la mirada clavada en ella, siguiendola con los ojos como perros a un hueso, todos menos Persefone. Quien se encontraba con los brazos cruzados en el volante, hundiendo la cabeza en ellos, sintiéndose acalorada, mareada, pero, sobre todo, avergonzada de hasta haber nacido.
Eran alrededor de las dos de la tarde, llevaban un cuarto de hora en medio de la nada, para sumar, el sol ardiente golpeaba sin piedad el asfalto, haciendo que el aire caliente se ondulara sobre el paisaje árido que rodeaba la carretera. El sudor perlaba las frentes de todos, mezclándose con el polvo que se levantaba bajo sus pies mientras se movían inquietos dentro de la camioneta varada.
Helena, con el teléfono pegado a la oreja, hacía gestos exasperados mientras trataba de comunicarse con la grúa. Su voz, a través del teléfono, sonaba cada vez más frustrada.
—Sí... Sí, lo entiendo... ¿Cuánto dice que tardara?... ¡No podemos esperar tanto! Estamos literalmente en medio de la nada, ¿me entiende?... Dije que...— Camino hacia adelante con la esperanza de poder tener una conversación decente.
Persefone sintió el peso de la vergüenza y la frustración sobre sus hombros. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas de impotencia amenazar con salir. No podía creer que esto estuviera sucediendo. Se sentía culpable por arrastrar a sus amigos a esta situación, y aún más culpable por no tener una solución. Y ahora, allí estaban, varados en medio de la nada con una camioneta que se negaba a moverse. Helena finalmente colgó el teléfono con un suspiro pesado, regresando al auto con una expresión sombría.
—Parece que la grúa va a tardar dos horas en llegar...
Las miradas de todos convergieron en Persefone, quien sintió la ira con la que la veían, tenía los ojos enrojecidos por las lágrimas que había estado conteniendo. No había necesidad de palabras para saber lo que todos estaban pensando: esto era culpa suya.
— ¿Es una jodida broma? — Haley, con los brazos cruzados, exclamo. —¿Dos horas? ¿Y que se supone que haremos hasta entonces?
—Tal vez podríamos intentar matar el tiempo...- Emily, en un susurro, intento mantener los ánimos apaciguados.
—Si, podríamos jugar algo, o...— Alex intento intervenir, antes de ser rápidamente interrumpido por la rubia.
— ¡Cállate! Esto es también culpa tuya por darle una idea loca a una loca.
Helena arqueo una ceja, intrigada por el comentario, pero opto por guardar silencio para ver cómo se desarrollaba la conversación. Emily se limitó a rodar los ojos, sabía que se avecinaba una discusión. Si, en efecto, pero no de las personas que imaginaban.
—No es mi culpa que lo haya tomado enserio. Simplemente fue una estúpida broma. — El castaño se defendió, frunciendo el ceño.
—Ya, es suficiente. — Declaró Persefone, su voz resonaba desde el asiento del conductor. — No los obligue a venir, ustedes eligieron estar acá. Se que cometí un error, pero deben calmarse.
Haley, siempre afilada en sus palabras, no perdió la oportunidad para lanzar una crítica más, pero antes de que pudiera intervenir, Alex con evidente molestia, cruzó los brazos y reviro.

ESTÁS LEYENDO
H e a r t b r o k e n || Stardew Valley
Hayran KurguUna recién llegada a Pueblo Pelícano, Persefone, se encuentra con un torbellino emocional cuando su amorío con Sebastián, el aparente 'chico malo', toma un giro inesperado. Pronto, encuentra consuelo en Sam, quien se presenta como su salvador. Pero...