Siete

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Nota del autor: Me he encontrado parte bastante ocupada y por otra parte, con un bloqueo creativo terrible. Pero aun así, después de meses, les traigo este capitulo. ¡Prometo que esta cargado a mas no poder de emociones intensas! Espero que la espera haya valido la pena y les guste.

—Lo siento, ya vamos a cerrar. Si quieres pedir algo, tendría que ser para llevar. — dijo la mesera, ya que la campana sonó, indicando la entrada de alguien. Parecía un tanto fastidiada; faltaban apenas quince minutos para el cierre. Se encontraba de espaldas, mientras limpiaba unos estantes, intentando agilizar todo para irse pronto.

—P-perdón... En realidad, vine por otra cosa. — Una voz casi meditativa pronunciaba cada sílaba con precaución. Se acercaba lentamente a la barra, con un semblante torpe y tambaleante.

Emily, confundida, se volvió hacia quien hablaba y se sorprendió al ver a la última persona que esperaba encontrar ese día. Sebastián, con aspecto pálido, ojeroso, con sus ojos vidriosos y un leve sonrojo en el rostro. Incómoda ante la situación y sintiéndose un tanto perturbada, las palabras parecían atascarse en su garganta. A pesar de que no era de su agrado el chico, sabía que debía mantener una actitud servicial, al menos hasta que terminara su turno.

—Uh... ¿En qué te puedo ayudar? — balbuceó la muchacha. Su expresión reflejaba una turbación evidente.

—Yo... quería saber si... — Murmuró en voz baja, tratando de desviar su mirada para evitar la vergüenza que le provocaba hacer esa pregunta. El redujo más el tono de voz y añadió —¿Sabes cómo está Persefone?

—Bien... Ella está bien. — respondió Emily de inmediato, aún perpleja y sin pestañear. La situación le parecía surrealista. — ¿Viniste solo a preguntar eso?

—Si... Bueno, eres de las pocas personas en el pueblo que sé que son cercanas a ella. No sabía a quién más preguntarle. — Sebastián parecía tener dificultades para articular sus ideas; no estaba en pleno uso de sus facultades. Arrastraba las palabras y cada vez mostraba más vergüenza, intentándola disimular sin éxito. — Tal vez no fue la mejor idea...

—Perdona que te pregunte, ¿estás ebrio o...?

—Algo.

Emily suspiró pesadamente y, con agilidad adquirida por lidiar con personas en ese estado a casi diario, colocó secamente un vaso de agua frente a Sebastián en la barra. Se mostraba escéptica de hacia dónde quería encaminar la conversación, o que buscaba yendo allá.

—¿Por qué no le hablaste directamente?

—Bueno, ella me odia. O eso creo. Supongo que sabes los motivos.

—Sé algunas cosas...Debo admitir que no te dejan en muy buen lugar.

Sebastián tomó un sorbo de agua, sintiendo el líquido fresco deslizarse por su garganta. Luego, se acomodó en la silla, buscando una postura que lo hiciera sentir menos torpe y confundido en ese momento. Descansó su cabeza en una de sus manos, con su mirada perdida en el espacio, como si intentara ordenar sus pensamientos y recuperar algo de compostura en medio de la neblina mental que le causaba la embriaguez.

Había estado algo errático después de la conversación con Abigail; sentía que lo arrastraba a rincones de su mente que prefería evitar. No recordaba del todo qué había sucedido después de eso, pero sabía que había buscado un anestésico emocional. Cada vez que bebía, tomaba decisiones cuestionables, y esa noche no sería la excepción. Después de acabar con dos botellas, había pensado en hablar cara a cara con Persefone, pero a medio camino se arrepintió y terminó en el Salón Fruta Estelar.

—Ya...— Suspiro el hombre, después de una eternidad y finalmente miro a Emily, que se encontraba estoica y expectante. — De seguro piensas que soy un idiota.

H e a r t b r o k e n || Stardew Valley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora