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Había una posibilidad. Puede que Dazai fuera quien lo trajo a su piso, y no un taxista aleatorio que estaba por allí. Mierda, mierda, mierda. Chuuya se levantó de un salto y fue directo a la ducha. Necesitaba relajarse. Bueno, necesitaba recordar que ocurrió la noche anterior para asegurar, porque... ¿Cómo iba Dazai a llevarlo hasta su casa cuando estaba borracho? Había sido otra persona, seguro. Un pobre desgraciado que estaba en el lugar equivocado en el momento menos oportuno.

Sí, eso fue lo que sucedió. 

Cuando regresó al salón, vio el cojín aún tirado en el suelo. Sus ojos no parecían poderse despegar de él. Como si reclamara que desvelara el misterio tras su aroma. 

Debía reconocer que su hipótesis tenía un único defecto: Si Dazai no lo había traído, porqué ese cojín olía como él. Más perturbador resultaba preguntarse porqué sabía el olor de Dazai. Puede que fuera por aquella misión, donde estuvieron encerrados en el maletero de un coche por más de dos horas. Se ponía nervioso solo de recordarlo. Sí, seguramente fue por aquella vez. Tanto rato, no había modo que no recordara su olor.

Buscó por su teléfono y miró la hora. Puede que no fuera tan tarde después de todo. Se vistió a toda prisa y salió corriendo hacia el único lugar donde podría esclarecer lo que ocurrió: El Lupin. Cuando llegó, su camarero estaba cerrando la puerta de acceso. Era pasada la media noche. El hombre lo miró extrañado por su evidente agitación, pero rápidamente le reconoció.

— Buenas noches, muchacho —le saludó afablemente.

— Viejo, ayer, cuando estuve aquí con Tutankamón ¿Quién me llevó a casa?

El hombre lo meditó unos instantes. Su respuesta no se demoró:

— Fue Dazai.

No. No, no, no, no, no.

— ¿Seguro? Hay muchos taxistas por aquí...

— Seguro que fue Dazai —reafirmó, a desespero de Chuuya—. Él te llevó hasta tu casa. Incluso pagó tus consumiciones.

Tanta amabilidad por parte de Dazai parecía imposible. Aunque ese hombre no tenía por qué mentirle. Se marchó de allí preso por una creciente ansiedad y vergüenza. Así que Dazai fue quien lo llevó... ¿Y qué narices pasó en su apartamento? Chuuya se levantó prácticamente desnudo... ¿Qué locura habría hecho mientras ese insufrible estaba aún cerca?

. . .

Nada. Es que el muy idiota no recordaba nada ¿Y si actuó bajo los efectos del alcohol? Pero ese beso tenía demasiado sentimiento para estar solamente borracho ¿Y si sentía algo? Eso explicaría por qué trató de evitar que se tirara por el puente. Aunque bueno, él siempre decía que lo mataría con sus propias manos ¿Y si solo lo había salvado para llevar a cabo su amenaza? Pero entonces no tendría sentido lo del beso. Bueno ¿Es que algo tenía sentido ya?

Dazai suspiró profundamente, mientras recostaba su peso sobre la barandilla del balcón. Su piso estaba en una zona totalmente distinta a la de Chuuya. Él compró ese piso en un suburbio. Lo habitual allí era pasearse con una navaja encima, por si acaso. Se sentía cómodo en ese ambiente de violencia y peligrosidad, le representaba y le recordaba que él era como ellos. Que hasta antes de entrar en la mafia era capaz de poner en jaque a cualquiera por una hogaza de pan. Ahora no tenía problemas con la comida o el dinero. La mafia proporcionaba un buen pago por sus servicios, pero él no se había movido de ese antro. Un piso pequeño y lúgubre, que mantenía absolutamente desordenado. Tampoco es que eso le quitara mucho el sueño. Él no era tan maniático como Chuuya.

Y así, como si su mero pensamiento lo hubiera llamado, Chuuya apareció volando delante suyo. Sus ojos se mantuvieron conectados por lo que se le antojó como minutos. Chuuya trababa de descubrir que pensaba y él trataba de comprender que había traído a Chuuya hasta allí.

Pero él siempre ganaba. Hizo un gesto para tocar su frente, pero Chuuya se retiró a tiempo. Dazai sonrió ligeramente y adoptó esa faceta de fastidio. Como si realmente le desagradara la presencia de su compañero. En realidad, solo quería ganar tiempo para controlarse, calmar ese nerviosismo que se había apoderado de todo su cuerpo

— Entra por la puerta como las personas, idiota.

Chuuya no tuvo más remedio que obedecer a regañadientes. Era eso o arriesgarse a caer de un cuarto piso. Descendió y llamó al portal de Dazai. Este fue con calma hasta el interfono, haciéndole esperar deliberadamente. 

<¿Qué quieres?>

— ¿Puedes abrirme, por favor? —se lo pedía educadamente, aunque cada palabra advertía el enorme autocontrol que estaba teniendo para no protestar.

<Mmm, la verdad es que no me apetece ver su cara otra vez. No quiero tener pesadillas.>

— ¡Oye! ¡Dazai!

<Procura que alguno de mis vecinos te clave un cuchillo y así no tenga que verte mañana ¡Adiós!>

Otra crisis gestionada con éxito. Dazai expulsó sus manos en un gesto de orgullo. Se había librado de Chuuya por aquella noche. A menos que fuera lo suficientemente descerebrado para intentar volver a entrar por su balcón. Miró hacia la puerta corredera que había dejado abierta y rápidamente se precipitó hasta allí. Vaya que era idiota. Chuuya volvía a intentar acceder a su piso por el balcón, pero la simple luz azul de su poder le hizo desistir. Protestó, como siempre, pero terminó marchándose.

Ya mañana se preocuparía de cómo lidiar con él. Al menos tenía toda la noche para pensar una excusa... ¿Excusa a qué?

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¡Hola a todos! Aquí Alhena

Las cosas empiezan a complicarse entre Chuuya y Dazai ¡Principalmente porqué ni ellos se entienden! ¿Cómo creéis que seguirá esto?

Dejadme vuestras teorías en los comentario y ¡muchas gracias por vuestro apoyo!

Nos vamos leyendo ;)

Feliz sábado~

Under the fireworksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora