Eran las dos de la madrugada.
Eran las tres de la madrugada.
Imposible dormir. Por más que lo intentaba, nada surgía efecto. Rodó por aquella cama sintiendo que era demasiado grande, a pesar que era diminuta. Por más vueltas que daba, no dejaba de imaginarse que Dazai aparecería. Que se dormiría a su lado.
Pero el muy idiota no cruzó el umbral de la puerta. Ni siquiera la abrió. A las cuatro de la madrugada, fue Chuuya quien ya no pudo soportarlo más. Salió al comedor, sintiendo un ápice de decepción en su pecho.
No estaba.
Dazai se había marchado. Sabía que volvería, porque debían regresar juntos para reportarle a Mori el resultado de la misión. Sin embargo, si él no estaba allí, bien podía adivinar por donde se encontraba. Y ese sentimiento incómodo removió su estómago. Ahora ya sí que no se dormiría.
Resignado, tomó asiento en la silla donde había visto a Dazai por última vez. Estaba encarado a la ventana, desde donde se veía la oscura noche. Aunque pronto amanecería. Esperó, entreteniéndose con la nada. Ni siquiera supo cuando tiempo esperó. Y como predijo, Dazai llegó.
Abrió la puerta torpemente. Chuuya salió rápidamente a su encuentro, deteniéndose en cuanto pudo verlo con detenimiento. Lucía completamente desordenado. Su cabello revuelto, su corbata mal atada y eso no era lo peor. El olor alcohol se mezclaba con un perfume demasiado dulce. No necesitaba ser un genio para adivinar que había estado haciendo mientras él seguía en verla, pensando en mil maneras de poder revertir la situación.
Dazai debió de sentirse culpable, si es que eso era posible. O debió entender la cara de decepción y traición que tenía Chuuya. Cualquiera que fuera la razón, se apresuró a formular una excusa que no salió por sus labios.
Chuuya fue mucho más rápido.
— Anotaré el nombre de la chica en la larga lista que tengo de corazones que has roto. Creo que vas por el 34.
Su voz plana e inerte indicaba que tan decepcionado estaba.
— Es lo que parece, pero... —las palabras de Dazai eran cuidadosas. Pero de nada servía.
Chuuya se cruzó de brazos y soltó una risa incrédula.
— Por qué es exactamente lo que parece, no me tienes que explicar nada. Soy tu compañero forzado, caballa. Nada más.
Esas palabras dolieron a Dazai, pero mucho más a Chuuya. Apretó los labios después de eso, tratando de contener lo que realmente pensaba. Si seguía mucho más tiempo en presencia de Dazai terminaría por sucumbir.
Pero ese momento hubiera llegado de todos modos. De este modo o de otro, era Dazai. Y él lo destruía todo. Por muy adictivo, magnético e intrigante que le resultara, sabía que también era destructivo, oscuro y complicado.
Su razón estaba en lo cierto y, por primera vez desde que salió de la ducha, agradeció haberle detenido. De no haber sido así, todo se hubiera complicado todavía más. Aún estaba a tiempo de revertir la situación, aunque no sería fácil.
— Me voy a dormir —sentenció, dejando a Dazai a solas en el oscuro comedor.
Sin embargo, los rayos del alba empezaban a abrirse paso por la noche, anunciando el nuevo día.
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Under the fireworks
RomanceTodo empezó porqué Dazai pidió aquel deseo en su cumpleaños. No imaginó que Chuuya lo haría realidad incluso después de su traición [Soukoku]