21

207 23 0
                                    

Sentado en una las butucas, con posición de aburrimiento, contemplaba como Chuuya diluía a la nada una organización. Otra más. Un problema menos para la mafia solventado por un par de adolescentes, como los habían llamado.

Tomó aire y se levantó de un movimiento.

— Bien, bien —aplaudió, captando la atención de Chuuya y su víctima, el líder (si es que aún podían llamarlo así) de la organización. Chuuya lo mantenía agarrado del cuello de la camisa, con un puño amenazando en aterrizar en su cara. Otro más—, podemos dejarlo aquí.

— ¡¿Qué?! —protestó el pelirrojo inmediatamente.

— ¡Por favor! —su voz resultaba patética y no podía evitar esbozar una mueca de disgusto ante semejante gusano— ¡No volveré a meterme con la mafia!

— ¿Qué garantía tenemos de eso? —le preguntó Dazai.

— ¡Pedidme lo que querías! ¡Os lo daré!

— ¿Eh? —Chuuya soltó el agarre, provocando que el hombre cayera al suelo torpemente, evidenciando más su inferioridad frente a ellos— ¿Qué podrías darnos tú?

— ¡Lo que querías! —repitió, arrodillándose en el suelo y haciendo una reverencia—.

— Patético —murmuró Chuuya para sus adentros.

Pero el pelirrojo no moderó bien su tono de voz y Dazai pudo oír fácilmente su comentario. Dazai tomó aire y dirigió sus pasos hacia la salida. Chuuya le siguió en silencio, sin cuestionar su marcha del lugar, sin voluntad de intercambiar una sola palabra más con ese sujeto.

— Agradezco vuestra clemencia —dijo el hombro, cuando ambos estaban por alcanzar la puerta.

Craso error. Ambos voltearon a verle, sus caras le indicaron que acababa de reclamar su sentencia. La mirada de Dazai era sombría, mucho más que la de Chuuya, pero ambas amedrentaban a su objetivo.

— ¿Clemencia? —repitió Chuuya con perplejidad y cierta repulsión en su voz.

Dazai extrajo el arma que escondía en su cinturón, bajo la gabardina oscura que siempre portaba, y no dudó en apuntar la cabeza del hombre. Su dedo índice acariciaba el gatillo con una familiaridad que no sería posible en alguien de su edad.

Pero él no era una persona corriente.

Por eso disparó. La sangre manchó todo a su alrededor, pero no logró alcanzarlos. Chuuya había apartado la mirada en un último momento, a diferencia de Dazai que observó como todo se desarrollaba a cámara lenta.

— Bien, ahora sí que hemos terminado con esto —le sonrió falsamente.

Chuuya lo miró con molestia.

— No creo que se hubiera recuperado de mis golpes.

— Solo he terminado antes con todo —suspiró Dazai, restándole importancia a la situación—. Te recuerdo que tengo cosas pendientes.

— No sé si ahora es el mejor momento.

— ¿Moralista ahora?

— ¡Eres idiota!

Dazai soltó una risa, divertido por provocar esa reacción en su compañero, y se marchó del lugar. Las protestas de Chuuya no lograron detenerlo y estas quedaron apagadas por la música una vez accedieron a la sala principal. Se abrieron paso por el lugar como dos personas corrientes. Nadie podría adivinar lo que acababan de hacer. Pero ese era su día a día, ese era su trabajo y su modo de vida.

La miserable vida de pertenecer a la Port Mafia.

Ambos lo sabían, lo aceptaban y vivían con ello. 

________________________

¡Disculpad la demora! 

Estoy trabajando en el Arte de Engañarte y Tempo y la verdad es que no he tenido mucho tiempo para dedicarle a esta novela. Nos acercamos a los últimos capítulos.

Espero que os haya gustado ;)

Under the fireworksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora