CAPÍTULO 35 - CONFRONTACIÓN

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Tercera Parte

Tocar el cielo y descender al infierno; nadar en fuego y quemarse en agua



Existen hombres capaces de arrastrar pecados ajenos, quitarse la piel para dar abrigo y usar su espalda como escudo solo para evitarle dolor a quienes les importan

Mai Hayashi




Eric convulsionaba mientras Lon y Santiago se aproximaban en sujetarlo; fue Akami, poniendo la mano abierta frente a ellos, la que les dijo que no lo tocaran. Ella trataba de recordar si Eric había sufrido un golpe importante en la cabeza, si le había dado fiebre... «¿Quizá por el daño de la bruja?», se preguntó.

Pero no era ninguna de sus opciones.

Akami me decía, casi gritando, si tenía idea de cómo ayudarlo con una pócima. Me zarandeó por los hombros hasta que obtuvo una respuesta:

—Hay un espíritu dentro de él.

Akami lo miró por encima de su hombro huesudo.

—¿Qué hacemos entonces? ¿Lo... lo golpeo? ¿Le echo agua? ¡Dime, Nina!

Me concentré en mirar qué sucedía en su interior. La tenue luz oprimía el pecho de Eric queriendo ocupar el espacio donde reposaba su centro de poder. No lo tendía tan fácil. Un espíritu tan impetuoso como el de él no permitiría que le arrebataran su lugar. Sin embargo, veía que la sombra se apropiaba de los bordes reduciendo la luz de Eric. Apreté los dientes cuando recordé que lo paranormal era su punto débil.

Las convulsiones continuaron. Me preocupaba que no pudiese contra aquello. Tenía los ojos muy abiertos, sacudía la cabeza y, lo peor, no había nada que pudiésemos hacer para ayudarlo. Tiré de la piel muerta de los labios, ansiosa, revisando su centro de poder. Esta vez el espíritu maligno estaba siendo expulsado disminuyendo las convulsiones. Por lo visto Eric era capaz de enfrentarse a sus propios miedos sin pensarlo dos veces. La mayoría se paralizaba. Pero él no, él se inflaba de ira haciéndose más grande. De inmediato su luz cegadora terminó de opacarlo recuperando su lugar de origen. No más convulsiones.

El cuerpo de Eric descansó mientras su rostro parecía confundido viendo las nubes. Me arrodillé a su lado.

—Ya pasó. Estás bien.

Lo levanté con ayuda de Akami notando que su mirada se perdía en la grama amarillenta. Parpadeaba muy rápido diciéndonos en un balbuceo que se había sentido como en un sueño donde alguien más fuerte que él lo empujaba por unas escaleras.

Eric supo manejar la situación mejor de lo que esperaba. No se sumió en su propia cabeza, sino que lo habló con nosotros en el camino y confesó que sintió verdadero miedo. Pero me di cuenta, por la forma en la que desviaba la mirada hacia cualquier lado, que todo eso había salido de dientes para afuera. No sintió miedo, sintió pavor. Aún le temblaban las manos cuando lo recordaba. Y así fue hasta que tocamos territorio del castillo.

Nos posicionamos en una columna frente a la entrada y dejamos que la tutora Cassandra nos revisara la marca en la mano. Cuando llegó mi turno dijo como bienvenida:

—La pichona aprendió a volar. A ver tu mano.

—Cassie —dijo Eric detrás de mí—, a Nina le travesó una flecha justo donde le colocaste la marca.

—¿Y?

—Le cautericé la herida; no la vas a encontrar, así que no le quites la venda.

Me recorrió de arriba a abajo levantando las cejas:

A pulso lento [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora