CAPÍTULO 10 - PRIMEROS ORIGAMI

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Empezamos a correr. Sentí impotencia al ver que todo el mundo se alejaba. Ninguno de los ayudantes podía alcanzar al resto de sus equipos. El peso de los bolsos nos ralentizaba y teníamos la sensación de que éramos un blanco fácil en una llanura donde no había ni un condenado árbol donde ocultarse. Cualquier cosa que se moviera podía ser aniquilada. Aunque no debía preocuparme. El verdadero peligro se hallaba en el bosque, no en las lomas.

Ya estando cubiertos por los árboles frondosos los equipos se dispersaron. Eric me miraba a cada instante para cerciorarse de que les estuviese siguiendo el paso. Agradecí que la diseñadora me hubiese permitido traer los ordinarios zapatos militares y no los botines, además, debía reconocer que acertó en sugerirme un short. La prenda no me estorbaba cuando debía agacharme a recoger los bolsos, tirarlos, recogerlos y tirarlos de nuevo. Hacía pausas cortas para enderezar la columna y aliviar los hombros. En ese entonces Eric dejaba el frente del equipo y esperaba mi reincorporación, de brazos cruzados. Cuando alzaba los bolsos, buscaba una nueva posición retorcida para cargarlos y volvía al trayecto, Eric retomaba la cabeza del grupo y me lanzaba miradas serias que decían «no te quedes atrás».

Conseguimos nuestro primer origami rojo colgado de un hilo.

-Yo voy -dije, como excusa para soltar el equipaje.

-Si quieres yo puedo hacerlo -Santiago se ofreció con amabilidad. Pero ya había roto la pócima rojo flamingo.

-Puedo sola.

Comencé a flotar sujetándome de las ramas. Tuve la atención de todos en el momento en que estuve en la cima y puede descubrir un origami más. Este no se veía desde abajo porque estaba detrás de un puñado de hojas. Aparté la rama y visualicé, después de tomar la grulla, la casa del árbol a donde debíamos ir. Largué un suspiro de cansancio. Estaba muy retirada. Descendí y le entregué las grullas a Eric.

-Nina, aprecio que tengas buenas intenciones en buscar los origami, pero quiero pedirte que no lo hagas más.

-¿Pero por qué? Quiero ayudarlos y ser igual de importante que ustedes.

-Ya eres importante. ¿Te parece poco llevar la comida de cinco días y los sacos de dormir? -dijo, enarcando las cejas. No trataba de un desquite, sino de algo lógico-. Prefiero que te mantengas al margen precisamente porque eres la encargada de los bolsos.

Miré a Akami, esperando que abogara a mi favor. Solo se encogió de hombros.

-No los ayudaré en más nada -dije.

-No es eso. Si algo le llega a pasar a los bolsos no vamos a tener qué comer. ¿Te quieres morir de hambre?

No respondería esa pregunta. El orgullo podía alimentarme por cinco días seguidos.

Eric deshizo los origami y nos informó que habíamos conseguido las frases «...en aquellos donde la osadía...» y «...fallado y sea lo único capaz...».

-No entiendo -expresó Santiago-. Eso no tiene sentido.

-Claro que no tiene sentido -contestó Eric-. Son las primeras frases. -Negó con la cabeza, releyendo-. Si la pregunta que debemos responder es «¿qué arma es imprescindible para mantenerse con vida?», ¿qué dirían ustedes? -Comenzó a leer los pensamientos de los demás-. Por supuesto, sabemos que la respuesta no es «kunai» o «bomba» -dijo, mirando a Akami y a Santiago.

-Podría ser una pócima o una técnica en específico -opinó Lon.

Eric sacudió la cabeza.

-No están viendo más allá de sus narices. ¿Qué crees tú, Nina?

A pulso lento [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora