CAPÍTULO 9 - CADA QUIEN EN SU LUGAR

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Segunda Parte

Los DAMA'S



Nadie aprende absolutamente nada si antes no atraviesa el pedregoso camino del dolor.

Moe Hayashi



Lunes


Akami y yo nos mirábamos en el espejo contemplando el resultado de un trabajo que muchos consideraban inútil. Ella también usaba un short. Las botas hasta las rodillas hacían lucir sus piernas cortas un poco más estilizadas.

—Mírate —dijo—. Luces como una guerrera despiadada.

—En cambio, tú estás bellísima. —Cerré la puerta del armario y me senté en la cama, pensativa.

—¿Aún sigues triste por lo de ayer?

—No puedo brincar de felicidad al saber que mi puesto le correspondía a otra persona. Indirectamente le robé la oportunidad a alguien más.

—No hiciste eso —Me acarició los brazos, detallando las mallas que los cubrían—, Eric solo te complació. Le habías pedido que convenciera a los tutores de que te dieran otra oportunidad, ¿no es así?

—Sí... Pero creo que me arrepiento.

—¡Bah! —Me soltó y se dirigió a la salida—. ¡Quién te entiende! Primero querías continuar, y ahora dices que te sientes mal porque le quitaste el puesto a otro. —Hizo un gesto de negación con la cabeza—. Eres rara.

—Lo peor del caso es que me gané el odio de todo el mundo por eso. Piensan que puedo hacer lo que se me antoje porque tengo a Eric como guía.

—No te preocupes, te odiaban desde antes —confesó—. Pero yo aún te quiero.

De camino al edificio Hayashi, la bolsa donde había guardado las pociones, deformada, se abrió expulsando los frasquitos; la noche anterior había pensado que sobrecargarla sería buena idea. Akami me ayudó a recogerlas y decidió que lo mejor sería compartirlas y librarme del sobrepeso que no me dejaría correr o pelear.

—Ya sabes lo que dicen —Se levantó y cerró su bolsa—, hombre muy armado, de miedo va cagado.

De repente sentí que me envolvían el cuello. Interpuse distancia, alerta, y saqué el kunai.

—Joder... cálmate, tía. Aún no empiezan los DAMA'S.

—Perdón, Danny, siento que desde anoche ya estoy peleando con los demás. Me miran como si hubiese matado a alguien o... —Guardé el arma— vendido drogas, no sé.

—Tienen envidia. —Ofreció su mano para levantarme—. Ellos desearían que mágicamente sus nombres se hubiesen colocado en verde. No te líes por eso, ¿vale?

Visualizamos el edificio, donde reconocí a varios de nuestros compañeros a sus pies vistiendo trajes que los transformaban en soldados impetuosos y mujeres veteranas. Todos portaban armas blancas, de fuego, granadas, pociones... No había nadie con las manos vacías en ese lugar. Y de ahí provenía el nombre de los desafíos.

Esperé miradas asesinas, actitudes predispuestas e incluso frialdad cuando nos acercamos. Pero no recibí nada de eso. Ni siquiera Julio, que también había sido elegido, se tomó el tiempo de reprocharme el haber «influenciado» a Eric, de hecho, tuvo la iniciativa de reunimos en un solo grupo a la espera del tutor. Cualquiera que nos viera pensaría que éramos un establecimiento unido, que pelearíamos hombro a hombro para ganar la competencia. Solo los que estábamos allí sabíamos cuáles eran las verdaderas intenciones. Nuestra prioridad era que el castillo ganara, claro, pero por dentro existía una espinita, un pequeño deseo por ser el grupo que le lleve el reconocimiento a la directora Mei. De cierta manera, pero a menor escala, sí competiríamos entre nosotros mismos.

A pulso lento [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora