6

528 48 6
                                    

ANAHÍ

«Te echo de menos».

¿Te echo de menos?¿Qué clase de mensaje era ese? Lo había recibido casi a las cuatro de la mañana y cuando lo había visto al levantarme pensaba que era una auténtica pesadilla. Ese hombre era insufrible y estaba segura que si alguien repartiese la inteligencia al nacer, Dylan hubiese llegado tarde o incluso puede que se hubiese perdido. ¿Cómo había sido tan estúpida?¿Qué clase de estupidez había hecho que me hubiese engatusado tanto durante tanto tiempo? Suspiré, sentándome en el sofá y tiré el teléfono lejos para no caer en la tentación de quemarlo.

¿Por qué siempre que dejabas de pensar en un tío o en superar una ruptura volvía a escribirte o llamarte?¿Es qué no sabían desaparecer y punto? Aunque tampoco es que tuviese que superar ninguna ruptura. Había dejado de pensar en él la misma noche que lo nuestro había terminado, si no antes, y puede que Poncho hubiese hecho que la tarea fuese mucho más fáciles con sus músculos y su...

— ¿Estás bien?

Y su todo. Lo miré de arriba a abajo, disfrutando de cada rincón de su fibroso y sexy cuerpo y me mordí el labio inferior haciendo que un pequeño rubor se formase en sus mejillas. Era tan adorable...

— Ahora mejor —sonreí ampliamente. Me encantaba coquetear con él.

No había llegado a pasar nada más desde aquel día que nos besamos al llegar de la discoteca y tampoco le había vuelto a ver desnudo y recién duchado pero me encantaba flirtear con él y ponerle nervioso como mis comentarios. Aunque él tampoco se quedaba atrás cuando mi hermano no estaba con nosotros. Se mostraba reservado e inocente cuando Chris andaba por ahí pero los pocos ratos que estábamos a solas, como ahora... Dios, me encendía más que cualquier otra cosa.

— Me alegra no ser el único en disfrutar de buenas vistas, ¿se supone que eso es un pijama?

— ¿Quieres comprobarlo?

Alfonso soltó una risa ronca que hizo que mi piel se erizase y después se acercó lentamente hasta el sofá, dejándose caer a mi lado y haciendo que mi cuerpo se inclinase un poco más hacia él.

— Estoy casi seguro que si intentase quitarte ese pijama con los dientes, se rompería en mil pedazos.

— Con los dientes eh... —me volví a morder el labio inferior haciendo que él llevase allí su vista— ¿Por qué no lo intentas?

— Faltas no me ganan, ya lo sabes, Annie.

Adoraba cuando me llamaba por mi diminutivo y más si era susurrando y tan cerca de mi.

— ¿Qué te lo impide? —puse mi mano en su pierna, subiéndola poco a poco.

— Ya sabes quién...

— ¡Cariño, ya estoy en casa! —gritó mi hermano cerrando la puerta y estropeando nuestro momento a solas, como siempre.

— ¿Con quién de los dos hablas? —pregunté, alejándome un poco de Poncho.

— Contigo no, desde luego.

Alfonso se carcajeó, echando la cabeza hacia atrás.

— ¿Qué llevas puesto?

— Mi pijama.

— Ya, claro —resopló mi hermano, poniendo los ojos en blanco— ¿Por qué tienes esa cara?

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora