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ALFONSO

Esto era una verdadera tortura. Verla, tenerla cerca, y ni siquiera poderla abrazar me estaba volviendo completamente loco. Eros tampoco era de gran ayuda, la verdad. Sabía que había estado hablando con él, y me ponía celoso porque parecía que en él si que confiaba.

— Prometí no decirte nada, Herrera.

— Oh, vamos.

Mi dispiace, intenté convencerla pero todavía no está preparada. Y no es que no confíe en ti, lo hace, con los ojos cerrados. Solo necesita tiempo. De verdad.

Y se había ido tan tranquilo. ¿Por qué necesitaba su ayuda y no la mía? Anahí había pasado casi todo el día ignorándome, igual que ayer en el avión y cuando llegamos. Creía que nadie se daría cuenta, y no sabía si alguien lo había hecho sadness de Eros, pero yo había notado como cuidaba no estar a menos tres metros de mi, si yo daba dos pasos hacia ella, Annie se separaba tres por si acaso. Si intentaba acercarme sin que se diese cuenta, la pillaba mirando alrededor como un cervatillo asustado y moviéndose entre unos y otros para llegar al otro extremo antes de que yo pudiese hacer nada. Si le tocaba estar en el mismo círculo de conversación que yo, cuidaba de que hubiese por lo menos una o dos personas entre nosotros y no había sido capaz de mirarme directamente a los ojos durante más de cinco segundos seguidos.

— Deberías descansar. Mañana tenemos entrenamiento por la mañana y partido por la tarde —golpeó mi hombro Chris— Eros tiene razón. Yo soy su hermano y tampoco sé lo que le pasa. ¿Crees que a mí no me molesta? Pero se lo testaruda que puede ser y, hasta que ella no lo decida, no dirá nada. Y menos si piensa que es algo que te puede hacer daño. Intentará solucionarlo a su manera, aunque sea la peor.

— ¡Como sea! —negué, suspirando— Creo que voy a dar una vuelta antes de dormir.

— Bien —asintió Chris.

Salí del hotel minutos después y me puse la capucha para que la fina lluvia que caía no me mojase mucho. Ni siquiera iba mirando por donde iba, simplemente iba pensando en cómo podía hacer reaccionar a Anahí. En como podía hacer que me contase lo que pasaba cuando una luz extraña para ser de noche y un calor que no era normal me distrajeron. Levanté la vista y lo vi, un pequeño incendio en una casa cerca. Sin pensármelo corrí hasta allí y me acerqué a lo que parecían los inquilinos de dicha casa.

— ¿Estáis bien?

— ¡Mi marido! —lloriqueó la mujer abrazando fuerte a su hijo—, entró a por nuestro perro y todavía no ha salido...

— ¿Habéis avisado a los bomberos?

— Si —comenzó a hablar como pudo entre sollozos—, una vecina fue ha llamar hace un rato y le dijeron que estarían aquí lo antes posible. Pero mi marido no sale... No sale... —volvió a mirar a la casa.

— ¿Qué pasa? —esa voz... Me giré y la vi, guapísima.

— ¿Annie?

— Parece que los dos salimos a pasear... —se encogió de hombros— No quería molestarte pero al ver esto...

Asentí sonriendo, tenía tantas ganas de besarla...

— Su marido entró a por el perro y aún no ha salido.

Algo hizo click en mi mente cuando, sin pensarlo, me giré completamente hacia ella y atrapé su cara con mis manos.

— Te amo —lo dije alto y claro para que no le quedase ninguna duda y después la besé demostrándole que lo que sentía era verdad—. Espérame aquí, después hablaremos.

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora