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ANAHÍ

Chris estaba todavía esnucado en el sofá cuando amanecí al día siguiente. Caminé hacia la cocina, mortificada mientras recordaba como había preguntado a Alfonso si tenía algún primo disponible para mi, ¿qué tipo de persona hacía eso cuando acababa de conocerlo a él y se lo encontraba prácticamente desnudo en la cocina? Por el amor de Dios, tendría que estar ciega para fijarse en otra persona después de ver semejante obra de arte.

— Buenos días, Puente.

La voz de Alfonso sonaba fuerte y alegre, como si no fuesen las ocho de la mañana y hubiésemos dormido cincuenta horas entre algodones.

— ¿Siempre eres así de enérgico?

— Cuando tengo un buen motivo, si.

— ¿Y cuál sería el de hoy? —sonreí de lado, no pretendía flirtear pero... ¿a quién le amarga un dulce?

Alfonso estaba a punto de hablar, sabía que me iba a contestar con algo ingenioso o sexy o... por cómo me miraba, hasta que mi hermano hizo su increíble aparición, rascándose la tripa mientras bostezaba con fuerza pasando entre nosotros.

— Buenos días —murmuró cuando terminó de bostezar— ¿café?

— Ya tengo —sonrió Alfonso, alzando un poco su taza.

— ¿Annie?

— Gracias —susurré, asintiendo.

— Tenemos entrenamiento en una hora así que debes ser rápida en explicarme bien porque estás aquí y cuando te vas.

Ouch, siempre tan hospitalario... —puse mis ojos en blanco y escuché a Alfonso soltar una risita antes de desaparecer.

— ¿Piensas mudarte aquí o qué?

— Solo una temporada, hasta que encuentre algo mejor, te lo prometo. Tenéis una habitación libre y no molestaré.

— Annie, ya tengo compañero de piso.

— Muy guapo, por cierto —miré la puerta por la que se había ido segundos antes Alfonso.

— Olvídate de él, es del equipo. Ya lo sabes —me apunto con el dedo.

Agh, la estúpida norma de los jugadores del equipo. Desde aquella vez en la universidad cuando su compañero de equipo salió conmigo solo para hacerle rabiar me hizo prometerle que no volvería a ligar con nadie que jugase con él en la vida. Hacia años me había dado igual porque ese imbécil no me importaba y en realidad yo también lo estaba utilizando un poco, pero ahora...

— Anahí... —me llamó mi hermano cuando no contesté.

— Aguafiestas —exclamé, sacándole la lengua.

ALFONSO

Por lo menos ahora teníamos algo más de ropa, pensé mientras caminaba hasta mi habitación para recoger algunas cosas antes de irnos a entrenar. Sé que Chris me había dicho que no flirtease con ella pero cada vez que la tenía cerca tenía que luchar con todas mis fuerzas contra mí mismo para no hacerlo, había algo en su mirada o quizá en su forma de hablar que me incitaba a coquetear con ella.

Salí de la habitación minutos después, con la sudadera de la equipación ya puesta y los zapatos de la mano. No me gustaba pisar la casa con lo mismo que pisaba la calle. Volví a la cocina y me los encontré en una especie de negociación bastante divertida:

— Vamos, yo compraré los muebles, Chris. Te decoraré una habitación gratis, ¿escuchas?¡gratis!

— Tú nunca haces nada gratis, Annie. Si hasta cuando me sorprendiste con la equipación de mi primer equipo profesional me enteré después que lo había pagado yo.

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora