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ALFONSO

Habíamos estado intercambiando mensajes con Bianca casi media hora hasta que habíamos conseguido que accediese a una especie de cita dentro de dos noches. Y todo con una constante erección por culpa de la foto de Annie.

Chris se despidió, algo más relajado y contento, y desapareció en su habitación mientras yo miraba más detenidamente la foto de su hermana. Me sentía fatal por estar fantaseando con ella, pero casi siempre era ella la que empezaba los juegos. Yo caía, porque me encantaba jugar y me encantaba ella. Pero es que era irresistible.

La había besado hacia unas semanas y no podía quitarme el beso de la cabeza. Pero había conseguido controlarme incluso cuando me había pillado desnudo saliendo de la ducha y no se había cortado en mirar. Había estado a punto de tirar de ella hacia dentro y tirármela allí mismo, mientras nos veíamos en el espejo, en cambio me había cubierto como había podido y había esperado a hablar ya vestido.

¡Y la muy descarada me había dicho que no se arrepentía y que podía darle mejores despertares!

Tuve que reírme cuando llegué de nuevo a mi habitación porque siempre me había encantado ese tipo de mujeres pero, que esa mujer en particular fuese la hermana de Chris me estaba volviendo completamente loco. Y si no paraba no sé que iba a ser de mi.

Leí de nuevo el último mensaje.

«Te espero despierta. No tardes».

Respiré hondo, ¿hace cuánto lo había mandado? Casi veinte minutos, coincidiendo con su última hora de conexión. Era posible que se hubiese quedado dormida y que ambos hubiésemos conseguido superar un día más sin caer en la tentación pero algo se apoderó de mi cuando, sin pensar, volví a escribirla.

«¿Sigues despierta?»

Ya está. Ya lo había hecho. Ahora contaría hasta veinte y, si Annie no contestaba, me iría a mi habitación e intentaría no pensar en ella para poder dormir y, con suerte, no soñar con ella.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Miré el teléfono fijamente, sin estar muy seguro de lo que quería que pasase.

Diez, once, doce, trece, ca...

«Te dije que te esperaría despierta. Mueve ese trasero hasta aquí, Herrera, si no quieres que me enfade».

Dios. Tecleé rápidamente una escueta respuesta y me levanté del sofá con el corazón desbocado. Iba a entrar en su habitación, estaba a punto de quemarme hasta los huesos y no me importaba lo más mínimo. Era despreciable como amigo.

Llamé a la puerta aunque ambos sabíamos que me estaba esperando despierta. Uno porque me había respondido al mensaje y dos, porque yo le había respondido diciendo que ya iba. Aun así llamé y esperé a que contestase. Cuando lo hizo inhalé varias veces y cerré la puerta tan rápido como la abrí después de meterme en su habitación.

— Hola —susurré.

— Has tardado una eternidad.

— Tenía algo que resolver con tu hermano.

— Oh, si. El tema misterioso —se levantó, dejándome ver en directo el conjunto de encaje que tenía en la foto— ¿No me vas a contar de qué va? —se cruzó de brazos, haciendo que su pecho se alzase y llamase más mi atención.

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora