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ALFONSO

Las puertas del ascensor se abrieron mucho antes de lo que me hubiese gustado, así que me separé de mala gana de Annie que gruñó haciéndome reír.

— Vamos —susurré, agarrando su mano—. No pueden vernos.

Abrí la puerta sintiendo el calor del cuerpo de Anahí sobre mi espalda. Joder, tenía tantas ganas de volver a estar en su interior que, cuando abrí la puerta y vi que la luz del salón estaba encendida ni siquiera entendía qué pasaba. De un momento a otro dejé de sentir el cuerpo de Annie pegado al mío y el frío que lo sustituyó hizo que un escalofrío me recorriese de pies a cabeza.

— Creo que no estamos solos —susurró Anahí, poniéndose frente a mi.

— Quédate aquí, yo iré primero.

Ella asintió en silencio. No había pasado nunca, y no tenía porque pasar porque este era un edificio seguro y Ted se encargaba de que ningún desconocido subiese sin invitación pero... Coloqué a Anahí contra la pared y llevé mi dedo a mi boca para decirle que guardase silencio. Cuando asintió, me acerqué a ella, atrapando su cara con mis manos y la besé dulcemente antes de susurrar de nuevo:

— No es nada, no te preocupes.

Ella volvió a asentir en silencio y yo me alejé despacio para poder llegar hasta la puerta del salón. Sentía como mi corazón se quería salir del pecho, latiendo descontroladamente, y como mis manos temblaban como si fuese gelatina. Cuando llegué a la puerta me pegué a la pared, imitando la posición de Anahí y, muy despacio, me incliné hacia ella para ver lo que pasaba en el interior. No sabía que podía encontrarme pero, definitivamente, lo que estaba viendo no me lo habría imaginado ni en un millón de años. Chris estaba ahí, semidesnudo, con Bianca cabalgándolo con el vestido que había llevado esa noche arrugado en la cintura. De pronto reparé en los gemidos, en el ruido de la fricción y sentí como me quedaba sin color. Chris no era de los que se traía a nadie a casa, y mucho menos de los que lo hacía en el salón. Era muy reservado con su vida privada y no le gustaba compartir detalles muy personales. No entendía como...

— ¿Qué pasa? —el susurró de Anahí hizo que diese un saltito en mi sitio y me girase tan nervioso como si me hubiesen pillado a mi follando.

— Na... Na... Nada —contesté al mismo volumen—. Será mejor que no hagamos mucho ruido, vamos.

— ¿Quién está en...? —Annie abrió los ojos como platos al ver lo mismo que yo había visto— ¡Joder!

Alejé a Anahí de la escena lo más rápido que pude, tapando su boca y sus ojos y arrastrándola hasta mi habitación intentando no hacer ruido. Cuando cerré la puerta la solté y, dejándose caer en mi cama habló de nuevo:

— Creo que no voy a poder borrar de mi mente lo que acabo de ver. A ver —me miró, seria—, sabía que mi hermano follaba pero... ¿verlo? Es algo por lo que hubiese pagado para no hacerlo.

— Tampoco ha sido mi escena favorita de Chris.

Los dos nos quedamos en silencio durante unos segundos eternos. Sinceramente no sé que decir, y parece que ella tampoco.

— ¿Puedo pasar aquí la noche? —suspira, mirándome implorante.

— Claro.

— ¿Y me ayudarás con el vestido? —sonríe entonces, poniéndose frente a mi— Es que tiene muchas cremalleras...

Mi polla vuelve a endurecerse con el tono de voz de Anahí, juguetón y seductor, mientras pasea sus manos por mi torso y mis brazos y yo sonrío de lado, como sé que le gusta. El momento extraño de antes ha desaparecido y la Annie que había empezado a besar en el ascensor ha vuelto. Como me ha mandado, comiendo a bajar cremalleras y a lamer la piel que aparece debajo, la mayoría son de adorno pero que se puedan bajar y subir hacen que el vestido sea una auténtica tentación para cualquier hombre. Cuando termino de quitárselo, Annie queda frente a mi solamente con un tanga diminuto que tardo segundos en hacer desaparecer. La oigo reír y jadear a la vez, cuando siente lo que estoy a punto de hacer.

IrresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora