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06 | El inicio.

(8 años antes...)

Carlie:

El sudor caía por mi frente por el calor. Busqué con mucha intensidad entre los antiguos recovecos del desván con la esperanza a flor de piel. Entre cajas y cajas, mucho polvo y demasiados estornudos por la alergia, al fin encontré lo que tanto ansiaba.

Mis cuadernos.

Todos y cada uno de los que había escondido durante tantos años, ahora los necesitaba más que nunca. Dejados aquí por miedo a que mis padres los encontraran y supieran a lo que me dedicaba por las tardes en vez de estudiar para el instituto; al fin podía revisarlos.

Observé sus portadas, cada una mucho más especial que la anterior. Decoradas, pintadas y con mucho tiempo invertido en hacerlas tan valiosas. Ilustraciones de mi hermana pequeña, muchas estrellas y sobretodo, ropajes y prendas con las que soñaba algún día vestir.

Las paginas que en algun momento fueron blancas, ahora habian adoptado un color que recordaba mas al del amarillo. Repletos de vestidos sin sentido, garabatos rápidos que me hacen transportarme a hace solo un par de años en los que dibujaba para evadirme de todo lo que pasaba a mi alrededor y cálculos y palabras que apuntaba en clase para fingir que atendía.

Hoy esos cuadernos comienzan a tener sentido.

Los guarde en mi bolso escondidos entre apuntes de asignaturas que hacía mucho tiempo no daba y salí de ese cuartucho. Bajé las escaleras con cuidado y me encontré con mi peor pesadilla sentada sobre el sofá observándome con la cara más terrorífica que había visto.

Una inocente sonrisa.

—Hola, cariño— soltó con una voz demasiado cálida como para ser proveniente de alguien como ella—. ¿A dónde vas?

Tragué saliva y maquiné a toda velocidad una excusa y las respuestas a las posibles preguntas que vendrían después.

—Voy a estudiar —tragué saliva—. a la biblioteca.

—Oh, ¿se puede saber el qué?

—Química —murmuré.

—Interesante. Sobre todo porque nos acaba de llegar un correo del instituto diciendo que no vas a clase desde hace un par de semanas.

Podía ver como le hervía la sangre a través de esa sonrisa. Lo único que podía notar era mi cerebro maquinando una excusa, porque el resto de mis músculos, estaban tan tensos que parecía que no volverían a moverse.

—Los profesores no vienen, la mayoría están enfermos por la gripe, así que nos recomiendan que nos quedemos en clase. Pero preferí irme a estudiar sola, no quiero enfermarme y no poder ayudarte en casa.

—Espero que no estés haciendo nada que no esté permitido, hija. Sabes las consecuencias...

—...mejor que nadie —acabé su frase.

Por fin pude volver a respirar. Sin confiarme, necesitaba las expectativas bajas.

—Espero que te sepas la tabla periódica de memoria cuando vuelvas.

Asentí y ella señaló con la cabeza la puerta, salí caminando lo más normal que pude y cuando estuve fuera, comencé a correr.

A correr y a correr, contenta, aliviada, después de haber logrado un pequeño avance para escapar. Logré llegar hasta la sede de la empresa a tiempo para mi primera entrevista, mi salvación.

Cicatrices de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora