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03 | El contrato.
"Las nuevas fotografías que dejan indicios acerca de la relación entre la diseñadora del momento y la promesa del fútbol. ¿Nos tratarán de engañar?"
Kade:
—¿Te crees gracioso? Porque no me hace ni puta gracia.
Cruzó sus brazos sobre su pecho, lo que me hizo reír aún más. La vena de su frente se hinchaba hasta el punto de parecer una cicatriz verde. Vacilarla era de las cosas más divertidas que existían.
—Nací gracioso —ironicé para molestarla aún más—. No necesito creérmelo.
Leany resopló antes de buscar con la mirada algún objeto para amenazarme, encontró un viejo y feo jarrón cuya existencia no recordaba y me señaló con este amenazando con estampármelo en la cara.
—Imbécil.
Me sentí total y absolutamente insultado hacia ese ataque, así que le quité el jarrón y la señalé con el objeto.
—No es necesario insultar, querida hermana menor.
—Me da igual, no me parece gracioso apagarme el agua caliente mientras me ducho y encima esconderme mi secador de rizos —espetó con furia y volví a soltar una risita que acorté en el momento en el hizo uso un dedo acusatorio—. Tienes todos los puntos para tragarte cada pieza de este puto jarrón.
Me lo quitó de las manos y me señaló de nuevo con él.
—A mi no me parece gracioso desordenar mi cuarto y poner las camisetas de colores entre las negras. Es estúpido a más no poder.
Se lo quité con agilidad.
—¿Eres racista ahora? Porque si eres así acabaré con tu carrera en breves.
Esa acusación me despertó la risa floja que llevaba guardando un buen rato para evitar que me cruzara la cara con el jarrón.
—Parece que no soy el único payaso de la familia.
—Estaría genial que no usarás mi cepillo, es esencial para mi —ignoró mi intento de molestia.
—Fui quien te lo regaló, antes de dártelo parecías un nido de pájaros.
Se acercó y cuando esperaba un tortazo, me dio una colleja en la nuca que sonó más que una campana de iglesia un domingo.
—Pues más razón para que no lo uses y te lo cargues, imbécil.
Si esa palabra me la hubiera dicho cualquier otra persona, me habría sentido mal. pero como Leany era un trozo de pan, era imposible sentirse mal con sus ataques.
—Se suponía que venías a Londres a verme, no a quejarte de lo malo que es que convivamos juntos.
Me arrebató de nuevo el jarrón y rogó paciencia en voz baja.
—Estoy de prácticas, no he venido desde la otra punta de Europa para que me robes mis cosas y me reproches que esté aquí —bajó la voz para decir lo último—. Para eso ya está mi madre.
Aproveché ese momento y le quité el jarrón dejándolo a salvo en su sitio escondiendo las ganas de romperlo que tenía. Eustaquio era realmente feo. Un regalo de mi madre a quien le disgustaba la vista minimalista de mi casa y la lleno de... jarrones de abuela.
—¿Por qué estábamos discutiendo?
Resopló frustrada y se alejó de la cocina en dirección al salón, se tiró en el sofá con ruido sordo que me hizo preocuparme acerca del estado del mueble.
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Cicatrices de Octubre
Romantizm«Eres como una cicatriz, siempre impregnada en mi mente.» Carlie era un alma con un corazón cubierto de capas que lo custodiaban para evitar volver a ser dañado. No permitía a nadie tratar de comprenderlo, pero esa visión se ve afectada en el moment...