19

11 2 34
                                    

⭒☆━━━━━━━━━━━━━━━☆⭒

19| Entendiendo el rojo.

"El amor es la magia mas bonita, la prueba viviente es la mejora deportiva y la felicidad que muestra Kade Evander, de Carlie Stanford se podría decir lo mismo, pero no suele mostrar sus sentimientos."

Carlie:

El corazón era el órgano más difícil de entender.

Según Amelia, había muchos aspectos que probaban científicamente las sensaciones que ocurren en nuestro sistema para que latiera tan rápido.

Desde momentos de adrenalina pura que nos mantenía en una nube de emociones, un puñetazo que sin querer nos dejaba con las lágrimas a punto de caer y el pecho a punto de explotar, o... este momento.

No era un momento que se pudiera decir que era algo increíble y nuevo y que justificara que las palabras se me atascaran en la garganta. Era el momento en el que me fue imposible negarme y cedí ante los impulsos que un órgano me daba y dejarle dormir apoyado en mi hombro después de ese beso.

Rocé mis labios con los dedos y al mirarlos me di cuenta de que el pintalabios había desaparecido. Con mucha destreza rebusqué en los bolsillos de mi chaqueta de cuero y saqué el espejito y mi pintalabios granate favorito.

En cuanto mire mi reflejo, sonreí al comprobar que en efecto, la pintura se había esparcido alrededor de mis labios hinchados. Nunca pensé que me gustaría tanto verme a mi misma tan desaliñada, pero por primera vez me gustaba esa imagen al otro lado y la de el chico que estaba dormido con la mejilla sobre mi hombro.

Podía notar su respiración provocando escalofríos en mi cuello. Su cuerpo era en comparación al mio un armario y no podía comprender cómo era posible que las piernas no le dolieran al no poder estirarlas. Era un pequeño misterio

Un misterio que no importaba, estaba demasiado ocupada trazando la forma de sus cicatrices de los brazos sin temer a nada en ese momento.

El pecho poco a poco dejaba de pesarme por la reacción que tuve al sentir sus labios sobre los míos antes. Landon me siguió para asegurarse de que llegaba segura y en cuanto Kade se ofreció a dejarme conducir apareció para arrebatarle las llaves de las manos y llevarnos a casa.

Es decir, a su casa.

El paisaje nocturno de Londres apareció al otro lado de las ventanas blindadas, aunque solo se podían ver las luces de los edificios y el bullicio del trabajo nocturno, seguía siendo la ciudad que me abrió sus puertas. Londres fue mi ciudad de los sueños, el lugar donde todos se cumplieron.

Y el más reciente descansaba sobre mi hombro y me obligaba a acariciarle las marcas que alguna vez atormentaron sus sueños.

Sentir las cicatrices que tenía en el dorso de ambas manos bajo mis dedos me hacía creer que de alguna manera las estaba ayudando a sanar, sin embargo, también sabía que a él le sería complicado permitirse mirar su reflejo sin recordar de donde provenían.

Era un sentimiento agridulce que formó un nudo en mi garganta cuya desaparición se veía lejana.

Pasé los últimos momentos en el coche planteándome como a su madre la culpabilidad no le carcomía ni le hacía ningún efecto como para permitirse dejarle el cuerpo lleno de huellas de su crimen. Era como si le diera igual que en algún momento la descubrieran. Quizá porque había logrado mentalizar a Kade de las consecuencias de lo que ocurriría si eso pasara.

Tragué saliva sonoramente y me fijé en la ventana reconociendo la entrada del garaje privado. Los porteros que la custodiaban revisaron el interior del vehículo hasta percatarse de que el dueño del hogar se encontraba dentro. Landon aparcó junto con los demás coches de la colección y vislumbre uno en especial que se encontraba cubierto por una tela.

Cicatrices de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora