Capítulo cinco: La causa del problema

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Belle Amelie...

Si pudiera nombrar una sola cosa de todas las que estaba pensando, diría: "Adam". Él era lo que estaba en sus pensamientos justo ahora. Hasta cierto punto tenía miedo, sí, por Caen, pero Adam, por Elean, por Adam. Tenía miedo de que él estuviera en problemas, que sus padres no le permitieran más estar a su lado. Su dedo índice rascaba el pulgar y sintió un leve ardor.

Caminó hacia la sala de juntas, cruzando por el patio para ver si el aire podía calmarla, sin embargo, solo parecía alterarla más, era como si el aire le recordara a él. Oía pasos detrás de ella, como un eco a destiempo. Se detuvo, sin embargo, los pasos siguieron.

—¡Princesa, detente! —William gritó por detrás de ella. La princesa no volteó y empezó a caminar nuevamente. —Belle, tienes que detenerte. Estás actuando sin pensar.

Las palabras de William eran ciertas, no obstante, ella empezó a caminar de nuevo. No quería pensar en qué diría, aunque al mismo tiempo quería saber qué. No quería detenerse, pero quería detenerse a pensar. Se sintió abrumada. El príncipe la detuvo y la volteó a mirar a los ojos. Ahí estaba. La paz.

—Hay una forma de ayudarlo. Solo hay que pensar.

—No quiero que nada malo le pase. —Murmuró. —Quiero que siga a mi lado.

El rostro del príncipe se vio surcado por una mueca, la cual le pareció extraña. William la estrechó entre brazos. Ahí sintió calma, él emanaba calidez como el sol.

—Encontraremos una solución —Belle, en sus brazos, se encontró en sus pensamientos. —. Todos estaremos bien. Seguiremos juntos siempre, ¿sí? Seremos los mismos.

Las afirmaciones respecto a que todo permanecería igual eran mentira. Simplemente eran una forma muy cruel de fingir que todo estaría bien. Todos en aquel castillo e inclusive en el reino, sabían que las cosas cambiarían. La princesa temía ese cambio, porque ese cambio sería causado por una serie de decisiones que ella tendría que tomar. Si llegara a casarse con William, la princesa no sabría si podría mantener a Adam a su lado. Era tener que elegir uno y por más que lastimara su corazón, Belle sabía cuál era la decisión correcta. El miedo por Adam se apaciguó, ellos lo resolverían, William siempre sabía qué hacer. Se separó del príncipe, quien se quedó mirándola por un largo segundo y fue como si por un momento, nada existiera. Sintió su cuerpo apegándose al suyo, pero Belle no se apartó. Sus rostros se aproximaron poco a poco, las manos del príncipe tomaron sus mejillas y la princesa lo tomó de las muñecas.

Adam White...

No quería que nadie tocara aquellos sentimientos y recuerdos que eran suyos. Esos recuerdos de aquello que pasó antes de llegar con Just. Ni siquiera él quería tocarlos, esos recuerdos le pertenecían a un niño que no podía defenderse, no a él, no a quién es él ahora; ya no es el mismo. De vez en cuando hablaba con Just, él intentaba acercarse, sin embargo, Adam se movía alrededor del tema, no dejando que nadie lo rozara o tocara.

—¿En qué piensas? —Preguntó su voz áspera. Just se encontraba mirando hacia afuera, a través de una de las ventanas de la sala de juntas, donde se llevaban a cabo las reuniones del consejo.

Ni siquiera él lo sabía. Observó el mapa frente a él, sobre la mesa en el centro de la habitación. Era grave. Las ciudades de Elean caerían si ellos no hacían nada, cada bandera roja era una ciudad atacada por la fuerza de Caen. De acuerdo a los testigos, él había desaparecido como las sombras bajo la luz del día y otros habitantes con él. Just estaba a cargo de todos los conflictos, de cómo las tropas se movían, organizaba a los generales de las naciones elementales: Venta, Meilor, Terren y Florian.

La Marca de la HerederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora