1- Hasta Mañana

540 38 44
                                    


Hasta mañana

En agosto siempre hace calor, pero este agosto se estaba llevando el oro a la temperatura y humedad más chungas. Eran las 9 de la mañana y la vida ya estaba empapada de sudor. Emma suspiró y trató de recordar que esto lo estaba haciendo por perder los kilos extra que había ganado recientemente. Había regresado de sus vacaciones de dos semanas por el norte de España y sólo quería aprovechar las dos semanas que le quedaban antes de volver a la rutina para, en pocas palabras, no hacer nada. Podría sonar pobre y poco ambicioso, pero era lo que quería. No tenía ganas de hacer absolutamente nada, aparte de quejarse de sus desdichas.

Llevaba un tiempo sintiéndose apática. No le habían gustado las vacaciones de este año para nada y hubiera preferido no gastar ese tiempo en ellas. Así que, recién este lunes, empezaban para ella los buenos días. Estaría sola hasta el regreso de Pablo, su compañero de piso, que estaba aprovechando su tiempo libre también. Emma anhelaba paz y silencio.

O sea creía ella.

La única cosa que no pospondría sería lo de comenzar a cuidarse un poco o, como ella lo llamaba, "empezar a quererse un poco". No nos engañemos, era una estrategia para que no costara tanto dejar de tomar helados y, a cambio, ir al gimnasio y dar largas caminatas. Para lo último, la mejor hora era esta. De eso se había convencido después de googlear el pronóstico de tiempo y ver que 30 grados eran mejor que los 36 o 38 que marcaba en las siguientes horas.

Así que, sudando y deseando no haberse comprometido tanto con el desafío de quererse más, siguió haciendo la ruta que había planeado. Repasó mentalmente que tenía que girar en la avenida más cercana y continuar andando para llegar a su zona de residencia nuevamente. Lo haría por inercia porque se conocía bien esa ruta. Marchaba leyendo los anuncios de las marquesinas como si no los hubiera leído mil veces antes y no escuchaba nada más que la música que había en su lista de reproducción elegida para hoy. Miraba a la gente pasar como si fueran elementos del paisaje, o tal vez ella lo era en realidad.

Emma últimamente tenía la necesidad de llenar su mente de pensamientos superfluos o datos triviales, como la temperatura del día. O se abstraía en su libro del momento o en una serie que no tuviera relación alguna con ella. Decir que estaba apática era quedarse corto, nada captaba su interés. Indiferente era una palabra más adecuada. No con todo, pero sí con ella misma. Con su situación personal. No tenía que ver con el posgrado que terminaría pronto, ni con la posibilidad de continuar trabajando en la universidad en que estaba empleada ahora. Era sencillamente el agotamiento de cometer los mismos errores una y otra vez en temas que no tenían que ver con vida profesional. Ya no quería pensar en esa parte de su vida que siempre estaba condenada al caos o al ostracismo, ni en la idea de volver a intentar de nuevo con alguien más.

Odiaba Tinder o cualquier aplicación similar. Había conocido a la mayoría de sus parejas en línea, pero siempre en sitios donde no buscaba eso. Foros, redes sociales. El último intento había sido el más difícil de superar, si es que lo había superado. Fueron un montón de palabras y ningún hecho que justificara todo el tiempo que le costó. Las idas y venidas pudieron con su paciencia y quería dejarlo atrás. Prefería estar realmente sola que "técnicamente sola".

Costó forzar ese cambio, pero con el tiempo se sintió aliviada. Era un poco triste que enamorarse de alguien terminara en sólo un "es mejor así", pero es tan común como la dependencia que no te dejaba soltar lo que ya no debes o quieres tener. Así que no tenía en su mente volver a eso. No quería tener nada, pero nada que ver con nadie en ese momento.

O eso creía ella.

No recordaba exactamente como había ocurrido, pero tres segundos le bastaron para cambiar aquel apático lunes. Recordaba levantar la vista un instante, observar la avenida, ver aquella furgoneta circular en dirección contraria a la suya y fijarse en su ocupante. O en la ocupante. Tal vez fue el cabello largo de la chica que brillaba en su interior, o que ella también había dejado de observar la carretera para mirarla. Sus ojos se cruzaron durante esos escasos tres segundos dejándola con una extraña sensación. Como si hubiera querido seguir mirando un poco más para entender qué era aquello que se había despertado en su interior. Una especie de hormigueo.

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora