6 - ¿Todo bien?

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¿Todo bien?

Emma se arrepintió en el mismo momento que presionó al botón "Seguir". ¿Cómo se le pudo ocurrir que era una buena idea? Había tantas razones en contra de esa decisión, algunas que estaba teniendo en cuenta y otras que elegía, muy voluntariamente, ignorar. Como la chica que dormía en su cama y que no tenía ni la menor idea de que ella había pasado la cena, la noche, todo el puto día pensando en alguien más. Lo peor es que Inés le había preguntado varias veces si le pasaba algo, ya que la notaba distraída, y ella lo negó cada vez.

Por eso, en la madrugada del sábado, Emma se había desligado del abrazo de su novia con mucha cautela y había huido de la cama, solo para sentarse en su sala. ¿A qué? Quería creer que a replantearse qué era lo que estaba haciendo y lo que quería hacer. O más bien, qué debía dejar de hacer. Eso quería pensar, y no que simplemente lo había hecho para pensar en Sara sin sentirse tan culpable. La noche anterior, había trasnochado buscando vuelos y hotel en Grecia, con la certeza de que tenía un anillo guardado en un rincón del armario que pensaba usar este verano para comprometerse por completo con su novia. Y esta noche, había estado luchando contra los recuerdos de ese verano que le había cambiado el humor y la vida. De esa desconocida que hoy le había encendido mucho más que la memoria.

Sara. De todos los nombres posibles, nunca había imaginado que sería Sara. ¿Por qué tuvo que encontrarse a Sara en un viernes cualquiera? ¿Por qué Sara le había dicho que estaba más guapa y no le había quitado los ojos de encima durante toda la reunión? Si las miradas mataran, la de Sara la habría reducido a cenizas. Esa mirada miel que ella había buscado a posta muchas mañanas, y que había rehuido esa mañana asustada del ruido que le causó en los oídos y en el cuerpo. Emma casi no podía respirar durante la disertación de la concejala y las preguntas de rigor. Y cuando esa mirada finalmente se extinguió, la echó de menos todos los segundos del día que siguieron.

Y, quizás por eso, había caído en la trampa de buscar compensación, de verla aunque fuera en una fotografía. Por eso y porque le gustaba igual que antes, igual que aquel verano. Aunque no lo iba a admitir, por supuesto.

Emma no podía recordar el apellido de Sara porque, cuando se la presentaron, estaba hundida en sus ojos y en su toque. Pero, las redes son como son y las costumbres también. El tal Rafael, el compañero de Sara, la había seguido en Instagram después de que crearan el grupo de WhatsApp. Bastó con entrar en su perfil para encontrar a Sara en una foto grupal, con todos los que conoció esa mañana. Sara Tortosa Ferri.

La cuenta privada le había parecido un incordio cuando su alma de voyeur le pidió más, pero ella también tenía parte de su perfil en privado. Cuando Sergio también la siguió unos minutos más tarde, pensó que no importaba tanto esa acción, que era como una ola a la que podía unirse y en la que podía justificarse. Por supuesto, inmediatamente se arrepintió, pero ya estaba hecho. Parecería aun peor si la dejaba de seguir. Tendría que asumirlo.

Y así volvemos a las 2 de la mañana del sábado, al salón donde Emma se preguntaba qué estaba pasando, a qué estaba jugando y qué demonios tenía en su cabeza. Ella ya estaba con alguien y, con todo esto, se estaba exponiendo a darle a Sara una falsa sensación. Bueno, no falsa, pero si imposible.

¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué quería acercarse a Sara cuando lo que debería hacer era alejarse? La idea de responder a esa pregunta la aterraba. La respuesta más fácil era una buena salida: era la necesidad primitiva de volver a follar con alguien con quién había tenido un polvazo increíble. Pero esa respuesta era solo una ventana al lado de un portal enorme que prefería ignorar.

"Tengo novia, joder", se dijo. "Y la quiero, ¿verdad?". Su mente tuvo un segundo de confusión por una pregunta que no se había hecho hasta ese momento. Por supuesto que sí. La quería, había comprado un anillo para comprometerse con ella. Pero el recuerdo de Pablo preguntándole si estaba segura de la decisión que iba a tomar la hizo dudar. Trató de repetir la respuesta que le dio al chico esa mañana, pero las palabras chocaban contra los dientes e, incluso mudas, se negaban a salir con fluidez.

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora