No puedes hacerlo
Pablo miró alrededor y notó la ausencia de inmediato.
-¿Ves a Emma? – le preguntó a Juanjo.
-No, no la he visto – le respondió el chico - ¿Dónde estaba?
-En la barra...
-Salió recién – Nacho, el novio de Juanjo, intervino – bueno, creo que la vi salir recién por la puerta lateral.
-¿Se marchó? – Pablo contuvo la siguiente pregunta a la mueca afirmativa de Nacho. Miró de nuevo alrededor.
-¿Qué pasa? – le preguntó Juanjo - ¿Por qué se fue sin saludar?
Pablo hubiera querido decir que nada, pero un comentario de Raúl contestó a la pregunta que le rondaba en la cabeza.
-Sara no está – dijo el asistente - ¿No estaba en la barra?
-Sí, pero ya no – comentó Rafa.
-Déjala – Sergio que conocía mejor que cualquier de ellos a Sara – Tenía una mala noche.
-Pero podría haber saludado al menos – rezongó Rafael.
-Voy a enviar un mensaje por el grupo – comentó Raúl – veo que ustedes también han perdido un miembro.
-Emma sale mañana de vacaciones – comentó Pablo – quizás no quiso trasnochar.
Le estaba cubriendo las espaldas y lo sabía. No era propio de Emma marcharse así, y qué también faltara Sara no le daba buena espina. Sus sospechas estaban cada vez más claras. Tenía una visita urgente que hacer al día siguiente.
Sara arrastró a Emma por la ciudad aprovechando las esquinas con tráfico para besarla, para abrazarse contra ella, demasiado consciente de que lo necesitaban las dos. Cuando alcanzó su portal y lo abrió se miraron un segundo, como se esperaran que algo cambiara, pero Emma respiró agudamente y con un quejido casi angustioso, la tomó del rostro y la besó, empujando con su cuerpo hacia el interior. De ahí en más no hubo ninguna pausa más.
Entraron a la casa y la ropa empezó a abandonar sus cuerpos nada más se cerró la puerta. La chaqueta y camiseta de Emma terminaron en el suelo cercano al sofá, el vestido de Sara sobre la mesa de la sala, y por el pasillo hasta la habitación quedaron el pantalón de Emma y el calzado de ambas. Para cuando llegaron a la cama, ya había varias marcas de lujuria en la piel del cuello de Sara, como en los hombros y el pecho de Emma. Marcas visibles que mostraban un hambre irracional y desatado.
Se miraron. Nunca se habían visto desnudas del todo y estaba a punto de suceder, así que necesitaban ver cada centímetro de la piel de la otra. Despacio, casi tortuosamente, Emma le quitó el sujetador a la castaña. Sara se apoyó en la cama y se dejó abrasar por los ojos calientes de Emma, verdes y de fuego. Salvajes. La oyó bufar mientras la miraba y nunca se había sentido tan deseada, ni siquiera por la propia Emma en aquel agosto. Las manos de la rubia caminaron por los brazos de Sara, y la castaña se estremeció al sentir las uñas de Emma dejar una huella por dónde pasaban.
Emma se hincó en la cama y se movió hacia el cuerpo atlético y atractivo que la esperaba justo hacia donde avanzaba. Se dejó caer sentada sobre él y Sara aprovechó para ser ella la que le quitara el sujetador a la rubia. Las dos gimieron cuando sus cuerpos encajaron y Sara sostuvo a Emma contra ella, apretándola desde las caderas. Emma se tomó algunos segundo para acariciar el rostro y el cuello de Sara, y enredó sus dedos en su pelo. Con un suave tirón, la obligó a exponer su rostro. Mordisqueó los labios de la chica y se movió sentada sobre ella.
ESTÁS LEYENDO
Le faltan días al verano
RomanceEmma está cansada de sus días de agosto, hasta que tiene un encuentro que cambia su perspectiva del verano. Romance, LGTBI. Es una historia original. Contenido ADULTO. #Historiaoriginal #romance #lgtbi