8-¿Por qué?

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¿Por qué?

Emma sabía que no estaba haciendo lo correcto, pero tampoco sabía qué hacer. Cuando le dijo a Sara que hablarían en otro momento, no contó con la intensa culpa que sentiría después de abandonar el ayuntamiento. En cuanto se subió al coche de Pablo, con la adrenalina del beso desapareciendo, la invadió una profunda sensación de vulnerabilidad y culpabilidad, que no dejó de atormentarla durante todo el camino hacia la universidad.

Tampoco esperaba la ansiedad de Sara. La chica no se contentó con enviarle uno o dos mensajes. Quería que Emma hablara con ella a toda costa, ya mismo, pero ella simplemente no podía lidiar con eso ese mismo día.

Para empezar evitó contestar a algún mensaje de Sara ese lunes y agradeció que Inés tuviera el suficiente trabajo para no venir a la ciudad ese día. Pasó mucho tiempo pensando, toda la tarde y la noche. Pensó en el beso y también en la conversación anterior al beso. Pensó para que sus sentimientos no lo dominarán todo. Pensó porque la racionalidad es una buena manera de moderar las emociones.

Pensó, en especial, en lo increíblemente egoísta que estaba siendo, en cómo se estaba comportando mal con su novia y con la chica de la furgoneta.

Deliberó en lo que supondría arriesgarlo todo por alguien con quién solo había compartido deseo y sexo, con alguien que no conocía casi nada en el día a día. Esto le causaba vértigo. Pensó en que Inés era ese "mejor conocido" que, bueno o malo, ya le había mostrado lo que había. No es que su novia fuera mala. Al contrario, era estupenda y se desvivía por cuidarla. La cuestión era que ella no se sentía completamente realizada o entusiasmada al imaginar su junto a la chica que, hoy, tenía claro que la amaba mucho. Se sentía casi como si se estuviera conformando, casi como si estuviera tapando con la mano una antigua herida.

"Hay cosas de las que no se vuelve". Había escuchado esa frase mil veces antes, pero ahora era una certeza. Hay rechazos o errores de los que nadie regresa de la misma manera. Hay momentos o unas pocas palabras que socavan para siempre el amor por alguien. A pesar de que ella hizo un gran esfuerzo por dejar atrás la decisión de Inés, y entregarse a esa relación completa y honestamente, hoy ese pasado volvía a pasarle factura. El desgaste seguía estando allí, presente, especialmente con la perspectiva de tener cerca a Sara otra vez.

Aunque el vértigo también le causaba ansiedad también. Mucha. Demasiada. Se sentía abrumada por el mutismo y la indecisión que le generaban la falta de control en su pensamiento y en su corazón.

Tampoco se esperaba la reacción de Sara. Si, coqueteaban, mostraban interés la una en la otra, y era cierto que Sara no había parado de darle a entender sus intenciones sin cortarse para nada. Pero su reacción no era propio de un interés superficial. Parecía más herida o dolida de lo que hubiese esperado. La forma en que le reclamó por llamar "absurdo" a lo que pasaba entre ellas, le decía a Emma que Sara no la veía como un objeto con el que estaba obsesionada. Eso, y también la confesión. Sara había vuelto a esa esquina a buscarla. Que mal lo había hecho todo, ¿no? ¿Qué diferente sería su vida hoy si ella hubiese sido más coherente con sus emociones y sus deseos aquel verano?

Pero ahora tenía una novia, un plan de verano y un anillo. Aunque lo último casi lo había descartado. Sobre el resto sentía muchas dudas, aunque se obligara a dormir al menos unas horas antes de enfrentar a la vida de nuevo.

Cuando la mañana llegó, Emma había dormido más bien poco y se hacía el café con mucha apatía. Le sorprendió la llave en su puerta y, más aún, ver a Inés llegar tan pronto.

-Buenos días, rubita – la saludó desde la puerta.

-¿Qué haces aquí, cielo? – preguntó Emma mientras veía a la chica llegar con una bolsa de compra llena.

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora