3- Adiós

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Adiós

El jueves terminó por ser un caos, pero uno de esos que se sobrellevan mejor en complicidad. No había sitio donde ir y terminaron en una zona más periférica de la ciudad donde no había nadie a la vista, y utilizaron la parte trasera de la furgoneta para poder besarse y tocarse mutuamente. Gimiendo suave, la una contra la boca de la otra. Riéndose cuando se movían más de la cuenta y toda la estructura del vehículo vibraba bajo sus pies.

-Ya puedes tachar una furgoneta como lugares extraños donde tener sexo – le había dicho su chica del verano, mientras le besaba el cuello y la despojaba de su camiseta para besar mejor su piel.

-No hay queja si me vas a besar así. Podemos probar todos los que apetezcan. Vale la pena el riesgo. – Emma tomó la cabeza a la chica y la dirigió donde quería – Ahora cállate y sigue – ordenó causándole a su compañera de experiencias un jadeo muy grave, casi un gruñido.

Y como quién lee una colección de cuentos cortos o el diario de una adolescente, llegó el viernes. Emma salió de su casa con un dilema igual de inconcluso que durante todo el día de anterior. Decirle o no a su chica de la furgoneta que era el último día en que vendría a la esquina. Decirle o no que ya no habrían más mañanas, ni más besos, ni más sexo salvaje. Ni más mirarse sin pronunciar palabra, ni más oír la voz de la chica de la que había prometido no pillarse.

Rezongó en silencio mientras caminaba a su esquina con un universo de preguntas que no podía responder sin que la respuesta la espantará un poco. Ella no quería empezar a tener una relación a este punto, pero al mismo tiempo sentía que no perdía nada si le revelaba su nombre o su número a aquella chica. Además, tenía la impresión de que la chica también quería decirle más sobre ella cada día que compartían. Aunque también se había prometido estar sola un tiempo, sanar el pasado y no había hecho nada de eso. Lo que hizo esos días fue evadirse en ese cuerpo bonito y en mogollón de lujuria. Le había encantado hacerlo, no iba a mentir, pero seguía rota y puede que este no fuera el momento adecuado para intentar algo más.

Aun así, ¿estaba dispuesta a sacrificar la posibilidad de mantener el contacto con una chica que le gustaba y la hacía sentir tan bien por no apresurarse?

No tuvo tiempo de responderse porque, cuando vio a la chica en cuestión estacionar y sonreírle al subirse, perdió todo lo demás de vista. Solo quería disfrutar de lo que quedaba sin recriminarse.

En el almacén donde todo empezó, todo terminó. Emma besó a la chica en el mismo instante en que la furgoneta se detuvo. La besó con ímpetu y con rabia. La despojó de su camiseta y se engolosinó con sus pechos, mientras la escuchaba gemir enérgicamente. Se bajó del vehículo, pero instó a la otra chica a no hacerlo. Dio la vuelta, la hizo girar hacia ella y le arrancó la ropa que le quedaba. Se quedó viéndola casi desnuda y respirando pesadamente por unos instantes. Esto antes de abrir ligeramente las piernas de la chica y recrearse en su sexo. Todo mientras su amante hizo cuanto pudo por mantener el cuerpo encaramado y ofrecerlo para los deseos de Emma. Lamió y bebió de él. Lo tomó como suyo y lo soltó solo cuando la chica emitía un gemido apenas audible por el clímax.

Esta vez fue ella la que la sostuvo y la arropó mientras se recuperaba. Le acarició las mejillas y el cabello que tanto le gustaba, y respiró profundamente su aroma para no olvidarse, consciente que sería el centro de sus fantasías por mucho tiempo.

Cuando la chica de la furgoneta consiguió salir del vehículo, la giró y apoyó su torso desnudo contra su espalda. Introdujo la mano dentro de las bragas de Emma y jadeó al notar la humedad que la esperaban.

-Adoro como te calientas, joder – le susurró mientras comenzaba un vaivén suave y controlado – me encanta como me provocas, como me miras – dijo – y, más aún, me encanta dominarte – lo ratificó metiendo sus dedos dentro. Emma soltó un profundo gemido que hizo que su compañera temblase – Sí, joder, me encanta como te retuerces por mí – la torturó con un movimiento lento, pero muy duro – me encanta cómo tu cuerpo me recibe, me aprieta – Emma la escuchó gemir también cuando repitió el entrar y salir - ¡JODER! Si es que ni siquiera eres mi tipo...

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora