4- Encantada

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Encantada

Emma odiaba el mes de junio. De todos los meses, era el que menos le gustaba porque, en la zona en la que vivía, el primer calorcillo de verano comenzaba a hacerse sentir desde mitad de mes, acompañado de una incómoda humedad que lo complicaba todo. Era como enfrentarse a una ola de calor de agosto, pero con temperaturas más normales, ya que el cuerpo aún no se  adaptó a la llegada del verano.

Mientras salía de la estación de metro más cercana al ayuntamiento, Emma resopló, sintiendo como los rayos de sol de las 12 de la mañana le daban de lleno. ¿Quién programaba una reunión al mediodía? Seguramente, un encargado de área demasiado muy liado.

Emma odiaba el mes de junio, pero tenía una razón especial por la que recordarlo con cariño también, a pesar del calor y la humedad. En unos pocos días, cumpliría su primer año como la Doctora Emma Vidal Smith. Eso le hacía sonreír, aunque también supusiera tener reuniones en horarios incontrolables.

Pablo se había graduado en mayo, y ella lo había seguido en junio. Ambos habían celebrado conjuntamente estos hitos vitales con una buena tonelada de alcohol. Y desde hacía dos semanas, se les unió Juanjo también. Juanjo era el compañero que les faltaba para finalmente tener la autonomía que necesitaban, sin que nadie más los pudiera volver a mangonear. Los tres habían estado trabajando juntos en la universidad durante los últimos dos años y, por fin, podían hacerlo con igualdad de condiciones.

Este proyecto era el primero que gestionaban por completo: un ambicioso plan para el cambio de toda la iluminación de la ciudad con el objetivo de cumplir las metas de ahorro energético del área de Mejora Climática, y que funcionaría como prueba piloto para la comunidad. Pero también era sólo la punta del iceberg de una serie de proyectos que proporcionarían fondos, experiencia y prestigio para la institución educativa. Así que, si, la presión era considerable. Al menos, entre ellos.

Emma visualizó la entrada del ayuntamiento y a Pablo allí parado, esperando. Cuando la vio, comenzó a molestarla.

-¡Venga! ¿Qué son estas horas de llegar?

Emma sacudió la cabeza negativamente - ¿Cinco minutos antes? Es más que suficiente. Y Juanjo todavía no ha llegado. Metete con él.

Una novedad de los últimos dos años era que Emma ya no vivía con Pablo. Antes del verano anterior, Emma había decidido que era tiempo de independizarse. Tenía ganas y razones para dar ese paso.

Pablo le dio una palmadita en la espalda - ¿Qué pasa que traes esa cara de mala hostia? ¿Es qué no has dormido por andar de golfa?

Una de las razones que impulsaron a Emma a querer casa propia fue su relación con Inés, que había comenzado un año y medio atrás. Inés era la chica que la había dejado tan apática durante el verano, dos años antes. Había sido la causa de su fragilidad en aquel momento. Cuando Emma comenzó a olvidar lo que era hablar con Inés todos los días o cómo se sentía su tacto, su piel, la otra chica reapareció en su vida. Un tibio día de noviembre, Inés rompió la decisión de seguir otro camino enviándole un mensaje para preguntar cómo estaba. Dos días después, se presentó en la puerta de la casa de Pablo y Emma porque no podía seguir sin verla. Dos semanas después, lo empezaron a intentar, pero no oficializaron su relación hasta cuatro meses más tarde.

Hubo muchas razones para esperar, especialmente porque debían reconstruir una confianza que se había quebrantado con la decisión unilateral de agosto. Emma se enfrentó a dilemas, tanto por ese motivo como por la forma en que había funcionado su relación desde siempre. Pero lo superó, aceptó a Inés de regreso y le prometió olvidar el pasado, empezar de cero cuando se convenció de que podía hacerlo. Llevaban ya más de un año juntas, y se sentía segura de haber tomado esa decisión.

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora