11- Entonces, ¿estás sola?

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Entonces, ¿estás sola?

2 semanas más tarde

El domingo era un día perdido, uno de esos en los que pasan pocas cosas. Al menos, así lo había visto Emma. Lo veía como un conjunto de momentos destinados para descansar y dar paso a la semana laboral, pero que, en realidad, una parte de ti preferiría que no llegara. Normalmente era así, pero este domingo la Doctora Vidal Smith solo deseaba que llegara el lunes.

Habían cumplido con su palabra de no verse, de darse ese espacio y, aunque le tenía temor al lunes y su sentencia, había una parte en su interior que le decía que podría ser el comienzo de algo realmente bueno. Con la cercanía del momento, la ansiedad se acrecentaba y los minutos parecían eternos. Para las 6 de la tarde, ya no llevaba la cuenta de las veces que había entrado al chat con Sara con la intención de acortar la distancia. Decirle una frase, una palabra, algo, y tener su respuesta que la ayudara a serenarse.

¿Qué daño podía hacer decirle "Hola" o "Hasta mañana"? Ambas cosas le parecían superfluas. Serían las primeras palabras que se dirían después de pedirse confianza y tiempo de reflexión. No podía decirle solo "Hola". Quería decir algo más contundente, algo más claro. O quizás era mejor esperar hasta mañana.

Dejó el móvil a su lado y suspiró con martirio. Era una maldita tortura tener que esperar más tiempo. ¿Y si Sara ya no quería lo que parecía querer la última vez? ¿Y si se había arrepentido? No había intentado escribirle en ningún momento, y aunque era eso lo que ella le había pedido, había un parte de Emma que se preguntaba si no era una señal de arrepentimiento.

-No puedo esperar más...

Era débil y punto. Volvió a tomar el móvil y abrió el chat de Sara. Seguía allí, limpio, intacto, sin intercambios desde la última semana de trabajo. Tecleó algunas palabras, luego borró y tecleó una sola. Volvió a borrar. Miró el techo de su casa y pensó que lo mejor era ser honesta, decir lo que sentía. Escribió y le dio a enviar.

"Te echo de menos".

Ya estaba hecho. Si le respondía, perfecto. Si no lo hacía, también era una respuesta.

Sara no hizo su aparición en el chat por la siguiente hora y media, y Emma estaba a punto de volverse loca. Por suerte, Pablo y Juanjo acudieron al rescate sin saberlo. Ya de regreso a la ciudad de sus vacaciones, ambos la llamaron para quedar, y ella se entretuvo en prepararse y olvidar que seguía sin una respuesta de Sara. Mejor no pensar porque la omisión podría significar algo en sí mismo, o simplemente no era nada más que una casualidad.

Emma llegó al bar de siempre antes que los otros dos y saludó a los dueños. Le dieron la mesa mejor ubicada, como siempre. Era un privilegio por haberse pasado casi cada viernes y sábado de su vida de doctorado en ese mismo sitio. Ya eran como de la familia. Emma los quería y se sentía un poco más en casa en ese lugar. Allí la apreciaban y mucho. Pablo y Juanjo llegaron casi al mismo tiempo cuando ella ya llevaba medio botellín de cerveza, y se abrazaron con los dueños igual que ella lo hizo. Luego, le tocó a Emma.

-Mi niña – Juanjo le dio un abrazo apretado – ¿estás más delgada o me parece a mí?

-Puede ser – Emma no podía mentir, no había comido muy bien la primera semana y estaba mejorando en la siguiente -¿Cómo estás, cariño? ¿Cómo han ido las vacaciones?

Y era una pregunta que quedaría sin responder por el momento porque primero tenían que saludarse todos, pero la quiso hacer para desviar el tema de ella por unos momentos. Pablo la estrechó como siempre hacía y le susurró un "Te veo bien" muy suavecito.

Se sentaron los tres y se quedaron mirando un momento, antes de echarse a reír.

-Nunca hemos estado los tres en esta ciudad por estas fechas – dijo Emma - ¿Han visto lo vacío que está todo?

Le faltan días al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora