Capítulo 2

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Imágenes pasaron por mi cabeza, un niño llorando desconsoladamente, una joven con una valija y equipaje yéndose por la puerta de una casa y un vacío en el pecho por algo que no podía recordar; es lo que pude reconocer de las imágenes momentos antes de despertar otra vez en la cama del hospital viendo el techo blanco de la habitación.

Suspiré levemente mientras me incorporaba en la cama, busqué con la mirada alguna cara conocida, y pude ver a Susi en un extremo de la habitación, por suerte aún podía reconocerla.

Ella estaba organizando mi armario cuando se dio cuenta que desperté y, con un fuerte y rápido movimiento cerró la puerta de este, y se dirigió hacia mí cama. Su postura recta y su expresión fría y ligeramente molesta me daban un indicio de lo que vendría, y no sería agradable.

—¿Se puede saber a dónde te fuiste cuando te dejé solo?, ¿por qué no volviste directamente aquí? —dijo con una voz fuerte y bastante enojada.

Me mantuve en silencio con la mirada baja, no podía dar una respuesta que no empeorara la situación actual, y a veces era mejor callar a hablar, por lo que el silencio fue la mejor opción en ese momento.

—Ahora con esas heridas estarás por lo menos un par de meses más aquí— dijo señalándome.

En cuanto dijo eso miré mi brazo derecho y descubrí que estaba enyesado.

—¿Pero qué...? —exclamé sorprendido. Tenía todo el brazo derecho cubierto de yeso e inmovilizado, intenté mover los dedos de la mano, que estaban libres, pero el dolor me lo impidió. Sin embargo, noté que Susi seguía parada mirándome fijamente como si esperara una respuesta.

Busqué desesperado una respuesta que pudiera sacarme de esa situación, hasta que dije.

—No te preocupes de todas formas soy zurdo, esto no afectará mi... —de pronto me di cuenta de lo que había dicho, lo recordaba, lo sabía, podía escribir con la mano izquierda.

—¡Soy zurdo! —exclamé.

—¿Eres qué?

—¡Que soy zurdo, lo recordé! puedo escribir con esta mano —dije mientras le mostraba mi mano izquierda.

—De acuerdo, de acuerdo ¿qué más recuerdas? —preguntó cautelosamente.

—Nada más —respondí.

—Espera, ¿solo recuerdas que puedes escribir con la mano izquierda? ¿y haces semejante escándalo? —dijo decepcionada.

—Bueno, es mejor que nada —le respondí muy optimista.

Ella suspiró con una sonrisa rendida, como si no le quedará más opción que conformarse con eso, supongo que esperaba algo más relevante, pero para alguien como yo, que apenas sabía un par de cosas sobre sí mismo, esto era un escalón más en mi camino a la recuperación.

—Cierto, lo había olvidado, tengo información de la chica que estaba en el patio, la encontré anoche —le dije entusiasmado.

Ella escuchó en silencio todo lo que le dije, mientras la describía tanto físicamente como rasgos de su personalidad, francamente me sentía un poco avergonzado de lo que le estaba contando, pero tenía mucha curiosidad por saber quién era esa chica.

—Pues solo hay una persona con esas características aquí, pero... —mencionó mientras pensaba.

Mientras esperaba la respuesta de Susi vi una cabeza asomarse por la ventana del pasillo, era ella. En cuanto me vio se echó a correr, sin pensarlo me levanté de la cama y comencé a seguirla.

Mientras corría pude notar a los pacientes y el personal del edificio viéndome con miradas confusas y preocupadas, algunos incluso me preguntaron si estaba bien, pues mi aspecto no era el de alguien que debería estar corriendo por los pasillos de un hospital. Hice caso omiso tanto de las personas como de los llamados de Susi detrás mío. Tenía miedo de perder de vista a la chica, que ahora se encontraba a escasos metros míos.

El misterio de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora