Era una mañana tranquila, no había más ruido que los pájaros cantando y las pocas personas que madrugaron para ir a sus trabajos. Todo indicaba que sería un día común y corriente, de no ser porque estaba corriendo por los pasillos del hospital desesperado en dirección al cuarto de Luna.
Mientras recorría los interminables pasillos del hospital, buscaba cualquier idea, pensamiento o solución para la situación que estaba por vivir. No sabía que iba a suceder, por lo que en mi mente había pensado en la peor situación, desconectarían a Luna.
El solo hecho de pensarlo ya me producía un malestar en todo el cuerpo, las preguntas sin respuestas aparecían e inundaban mi mente, ¿habrán adelantado el día de su desconexión?, ¿había ocurrido algún problema con ella?, ¿podía hacer algo para evitarlo?; sin poder contestar esas preguntas seguí corriendo, de cualquier forma, tenía que estar preparado para todo.
A los pocos minutos, que se me hicieron eternos, había llegado a su habitación, vi a Luna parada en la puerta diciéndome que me apurara, ella la traspasó y entró al cuarto, respiré hondo y entré abriendo la puerta con un poco de brusquedad, pero para mi sorpresa no había ningún doctor o enfermera dentro del cuarto. Recorrí con la mirada hacia todos lados mientras ingresaba allí, cuando de repente fui recibido por Luna que con su tono preocupado me dijo.
—Max, haz que se detenga —su dedo señalaba a una niña que estaba encima de ella molestándola.
La joven de pelo negro y complexión delgada aparentaba unos 11 años de edad, y se encontraba subida en la cama de Luna, por lo que pude ver estaba hablándole y tocándole la cara intentando inútilmente despertarla, parecía tener cuidado de no tocar nada del aparato que le permitía respirar, por lo que no parecía intentar hacerle daño ni mucho menos. Solo era una niña bastante energética.
Mi primera reacción fue de alivio, realmente estaba preparado para alguna situación mucho peor por la forma en que tan desesperadamente me había buscado Luna, pero al ver que la situación no era de enorme gravedad, y que ella no corría peligro de ninguna forma me tranquilicé.
—Que alivio —dije suspirando.
—¡Max! —replicó sin dejar de verme. Me di cuenta que quería que yo me ocupara de la extraña, quien todavía no había notado mi presencia, se notaba que estaba distraída.
—Ya oí, yo me encargo —dije mientras me dirigía a la joven chica.
—Disculpa, ¿podrías bajarte de mi amiga? —le pregunté golpeándole ligeramente la cabeza con mi dedo índice dos veces. Ella volteó a verme por un par de segundos y me contestó.
—¡No! —respondió cruzándose de brazos.
—Como quieras —contesté y con mi brazo libre la tomé de la cintura y la cargué como si de una bolsa de papas se tratase.
—¡Bájame! —replicó mientras inútilmente golpeaba mi espalda con sus pequeños puños que apenas y podían hacerme cosquillas.
La llevé hasta la otra cama de la habitación, sorprendentemente, noté que era muy ligera y sus golpes en mi espalda apenas se sentían, podía intuir que no estaba del todo sana a pesar de su enorme energía. La coloqué en la cama con cuidado, y parándome frente a ella le pregunté.
—Bien, dime ¿por qué estabas molestando a mi amiga? niña.
—No soy una niña, y no la estaba molestando solo quería que despertara y hablara conmigo —respondió un poco ofendida, podía notar que ella no sabía de la condición de Luna.
—Escucha...
Me tomé unos momentos para explicarle de forma simple la condición de Luna y el por qué no despertaba. La joven escuchó atentamente todo lo que le dije mientras me veía con sus ojos verdes y grandes llenos de intriga y curiosidad por lo que le estaba diciendo.
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El misterio de Luna
Teen FictionMax lo perdió todo debido a su accidente, sus padres, su antigua vida y sus recuerdos. Ahora, incapaz de reconocer el mundo que lo rodea, él será la única esperanza para resolver los misterios que rodean a la joven Luna. Junto a ella buscará alguna...