Capítulo 24

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Antes de empezar, como es costumbre en esta historia, el capítulo será narrado por Luna. Sin más que decir disfruten el capítulo.

Un techo blanco, cuando abrí mis ojos algunos rayos de sol entraron por la ventana, miré alrededor en busca de mi hermana y allí estaba, sentada en su silla con una sábana tapando su cuerpo, últimamente ella se quedaba todas las noches conmigo, sé...

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Un techo blanco, cuando abrí mis ojos algunos rayos de sol entraron por la ventana, miré alrededor en busca de mi hermana y allí estaba, sentada en su silla con una sábana tapando su cuerpo, últimamente ella se quedaba todas las noches conmigo, sé que se preocupa por mí, pero su salud también es importante.

Me levanté y, dificultosamente, caminé hacia el baño de mi habitación. Me cepillé el cabello y me lavé la cara. Mientras me miraba al espejo asimilaba los pequeños detalles de mi rostro. Tres años pasé dormida y desperté hace unas cuantas semanas, con mi rostro un poco diferente de lo que recordaba. Pronto cumpliré los diecisiete años y apenas puedo reconocer mi rostro en un espejo.

—El tiempo vuela cuando te diviertes—dije mirándome al espejo.

Una pequeña risa sarcástica salió de mi boca debido al terrible chiste que había contado. Pero supongo que era mejor tomarlo con humor que con tragedia.

—Lu, ¿estás en el baño?, sabes que no debes moverte por ti sola.

La voz de mi hermana se escuchaba a través de la puerta, se había despertado y estaba preocupada por mí, otra vez.

Los doctores me habían dicho que pasaría un tiempo hasta que pudiera moverme con normalidad, los primeros días apenas era capaz de mover los pies, pero ahora gracias a la rehabilitación podía caminar distancias muy cortas, con dificultad; aunque mi hermana seguía diciendo que era muy pronto para eso.

Mientras volvía a mi cama mi hermana comenzó a regañarme de nuevo, hace algunos días ella me habló y se disculpó sinceramente por su actitud estos años, aunque a mis ojos ella nunca hizo algo malo decidí aceptar sus disculpas para que se sintiera mejor con ella misma; pero desde entonces ha actuado muy sobreprotectora, ni siquiera mamá se mostró así cuando recibió la noticia de mi despertar, ahora estaba en un viaje de negocios y la dejó a cargo a ella para que me cuide, y se lo estaba tomando muy en serio.

Un ruido se escuchó de la puerta, era la enfermera que traía mi desayuno, ella era una mujer muy hermosa, tenía una figura delgada, era alta y un cabello rojizo brillante, creo que su nombre era Susan.

—Buenos días Casandra, ¿cómo amaneciste hoy? —preguntó mientras dejaba la bandeja en una mesa y me realizaba los controles matutinos.

—Bien, y no me llames así, dime Luna —le contesté.

Mi hermana me reprendió por lo que le dije a ella, pero realmente no me gustaba que me llamaran por mi primer nombre, y eso que se lo dije un par de veces; los doctores y demás personas ya me llamaban por mi segundo nombre o mi apellido, que tampoco me molestaba.

Susan le hizo saber a mi hermana que no le importaba, ella era muy amable y atenta, pero siempre se le olvidaba llamarme Luna, me parecía extraño siendo ella tan diligente que tuviera que recordárselo.

El misterio de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora