Artemis, el nombre del gato negro que en tantos problemas me había metido, pero que a su vez me ha dejado conocer a tantas personas y a descubrir tantas cosas que de otro modo no las hubiera sabido.
La dueña de Artemis era la misteriosa mujer que había visto a lo largo de mi estancia en el hospital, no lo tenía claro hasta hace pocos días cuando hablé con ella en el patio, pero ella sabía sobre Luna y sobre mí, por lo que, si necesitábamos ayuda, ella era la mejor o única opción que teníamos.
Con las últimas luces del día fuimos a la zona abandonada del hospital. Ayer le había contado todo lo que sabía de la misteriosa señora a Luna, incluido lo sucedido con Trish y nuestra pequeña conversación.
—¿Seguro que estaba aquí? —preguntó.
—Sí, debería estar en alguna de estas habitaciones —dije revisando una por una las habitaciones del segundo piso. Mientras miraba por todo el lugar un maullido hizo que nos sobresaltáramos, casi al fondo del pasillo estaba Artemis. El gato estaba parado observándonos, como si ya supiera a lo que veníamos.
—Ahí está —le dije a Luna.
Caminamos juntos hasta llegar a él, y al vernos, entró en la habitación que tenía al lado. La puerta estaba entreabierta y un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo al pararme frente a ella. Era Luna, quien intentó tomarme de la mano, ella sonrió culposa por haber olvidado que no podíamos tocarnos, sonrisa que también le devolví.
Toqué dos veces la puerta para avisar que deseaba entrar, unos momentos después, una voz desde el interior nos concedió permiso.
—Adelante.
Entramos en el cuarto, era justo como lo recordaba desde el incidente de Trish, solo que los rayos naranjas del sol lo hacían ver un poco más acogedor. Ella se encontraba sentada en una silla mirando el atardecer.
—Vaya, vaya parece que tengo un par de visitas inesperadas —dijo la misteriosa mujer mientras se levantaba y se dirigía hacia nosotros.
—Venimos a...
—Sé a lo que vienen, los dos.
Luna quedó muy sorprendida, la mujer podía verla y le parecía muy normal.
—Entonces ¿nos ayudará? —pregunté.
—Claro, responderé a sus preguntas.
Tomé aire y mirando a Luna decidí hacer la primera pregunta sobre ella.
—Estos días he estado dejando de ver a Luna, ¿por qué sucede eso?
—Eso que te une a ella, está más allá de nuestra comprensión, si ya no la puedes ver, es que ya no la necesitas.
La mujer habló con acertijos complicados, como si no quisiera decir las cosas directamente, miré a Luna que estaba pensativa por las palabras de la misteriosa mujer, y dando un paso enfrente preguntó.
—¿Qué hay de los recuerdos de Max?, ¿hay alguna forma de recuperarlos?
—Mmm... Claro que la hay, pero ¿eso es lo que quieres? —dijo la mujer mientras me miraba. La piel se me erizó, «¿cómo lo sabía?» pensé aterrado.
Luna se quedó mirándome fijamente unos segundos antes de preguntarme.
—¿Qué quiere decir ella?
—No te lo había dicho antes, pero según Marcus, después de tanto tiempo ya no es del todo seguro... que pueda recuperar mi memoria. Y no estoy realmente seguro de querer hacerlo.
Luna quedó en shock, y no era para menos, pasamos varios meses intentando recuperar mi memoria y prácticamente de un día para otro ella se entera de que ya no quería hacerlo. Vergüenza fue lo primero que sentí, pero decidí seguir explicándoselo.
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El misterio de Luna
Teen FictionMax lo perdió todo debido a su accidente, sus padres, su antigua vida y sus recuerdos. Ahora, incapaz de reconocer el mundo que lo rodea, él será la única esperanza para resolver los misterios que rodean a la joven Luna. Junto a ella buscará alguna...