Capítulo 29: Rojo Carmesí

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—¡Abuelo! —exclamó Magno—. ¿Cuándo has...?

—Llevo aquí un par de segundos, lo único que he escuchado es mi nombre —mintió—. ¿Qué hacéis por aquí?

—Solo dábamos una vuelta por el pueblo —Aidan contestó en lugar de Magno. No quería que su hijo se metiese en el lugar equivocado, sabía que su padre era un experto si se trataba de hacer daño con las palabras—. Pero creo que es bastante obvio.

Ángel entrecerró los ojos y posó su mirada en Aquiles. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que veía a ese joven. Luego miró a Magno detenidamente. Ya se había hecho todo un hombre y había crecido desde que abandonó Lavacalda. Se fijó en sus ojos, brillantes como un rubí recién pulido. Sonrió para sí, pero no era una sonrisa de suficiencia o felicidad, ésta ocultaba algo macabro detrás.

—Ya veo —dijo sin más—. Tal vez hayas criado a tu hijo mejor de lo que pensaba, Aidan.

Magno frunció el ceño y Aidan ahogó un grito. ¿Qué diantres acababa de decir ese hombre?

—Mi forma de criar a mi hijo no es de tu incumbencia —contestó—. Para empezar, él es el mejor hijo del mundo y además se comporta de forma más noble que tú.

—¿Ah sí? —soltó Ángel—. Pásate por casa. Tú y yo vamos a tener una agradable charla, Aidan Matsubusa.

Aidan apretó los dientes y sus puños se cerraron con fuerza. Estaba harto de que Ángel le vacilase constantemente, haciéndole perder los estribos en contadas ocasiones. No le soportaba y se preguntaba por qué seguía viviendo en el mismo lugar que un viejo repugnante como él.

—Papá, yo... —quiso decir Magno.

—Marchaos a casa —la mirada de Aidan se iluminó y acto seguido se clavó en Magno—. Hablaremos más tarde.

Aquiles miró a Magno, dudoso. Pero el pelirrojo sólo agachó la cabeza y se dio media vuelta, listo para irse.

—¡Pero Magno...! —exclamó Aquiles.

—Vámonos. Ya lo has oído.

El Aogiri apretó también los puños y siguió a Magno hasta girar la esquina para volver a casa. Aidan y Ángel se habían quedado solos. Ángel le miraba con un aire de superioridad y Aidan trataba de controlarse.

—Vámonos a casa —dijo Ángel—. Allí hablaremos y te enseñaré un par de cosas que creo que te van a ser útil si quieres que tu hijo llegue lejos algún día.

—Tsk —musitó Aidan, resignado. Pero sabía que no podía hacer nada contra su padre, por lo que se limitó a seguirle hasta su casa.

Las calles estaban desiertas. ¿Tanto imponía el más mayor de los Matsubusa? ¿Tan temido era? Parecía que sí. Los ojos de Aidan, normalmente de tono escarlata, se iluminaron con fuerza, brillando de repente con un rojo carmesí. Recordó cómo en tiempos pasados había sufrido burlas y humillaciones por su culpa. El rencor que sentía hacia su padre fue en aumento hasta que llegaron a casa.

Hace años, cuando Aidan era tan solo un joven más que vivía en Lavacalda, era conocido en todo el pueblo por ser el hijo de uno de los líderes de gimnasio más estrictos de toda la región.

—"Se supone que debería luchar tan bien como su padre, pero no llega ni al nivel de los demás alumnos de clase" —comentaba su profesora cuando Aidan tenía 16 años—. "Sin embargo lo intenta a diario pero no vemos que haya mejora alguna".

—"¡Es porque le teníais en un listón muy alto!" —dijo uno de los mejores de la clase—. "¡No se pueden tener altas expectativas si no se está seguro de que vaya a ser tan bueno como lo que ya conocemos".

[Diferentes] - Hardenshipping (Magno/Maxie x Aquiles/Archie)- Pokémon ORASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora