Aria

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Tras varios días de aquella fatídica gala, vuelvo como todos los días a mi residencia de ancianos donde hago las prácticas de mi carrera. 

Soy terapeuta social. 

Ayudo a ancianos a sentirse mejor.

Me encanta, soy muy feliz con ellos. 

Y sus sonrisas valen la pena todo. 

Incluso los gritos de mi madre que todavía denigra mi carrera como si fuera la peor opción que pude coger. 

Hablando de mi madre... me sobo mi mejilla, todavía me duele la bofetada que me dio por haberme ido de la fiesta, pero no me arrepiento. 

Además tuve suerte, ella tampoco disfrutó mucho ya que se sintió rechazada e ignorada por los demás invitados. 

Una vez más, marcando que no somos parte de su clan. 

... 

Sonrío a Rogelia y Ana, mis hermanas favoritas de la resi a las que ayudo en sus terapias de reflejos y recuperación de memoria. 

- mi niña, qué buena eres 

- gracias Ana, pero no creas que por hacerme la pelota te vas a librar de los ejercicios - respondo divertida. 

Las dos ríen. 

Yo también. 

- chiquita, te mereces el cielo por soportar a tanto viejo 

- me gusta trabajar aquí, ojalá me amplíen el contrato a indefinida y pueda quedarme... - digo esperanzada.

- solo una loca querría trabajar aquí todos los días - dice Rogelia.

Río y me encojo de hombros. 

- soy feliz aquí... 

- ¿y eso por qué? 

- puedo ser como yo soy... 

Las señoras me sonríen dulcemente y me acarician la mano. 

- entonces cariño, dinos por qué se te ve apagada hoy... 

Agacho la mirada. 

Está claro que lo han notado. 

Desde ese día mi ánimo ha decaído bastante. 

No quiero decir que estoy depresiva, pero... lo estoy. 

Y ahora mis ancianas favoritas están preocupadas.

Respiro profundamente mientras intento contener mis emociones a flor de piel. 

- no es nada... - digo.

- si no fuera nada, no estarías así de triste... 

Aunque me moleste admitirlo, sí lo estoy. 

Y mucho. 

... 

Suspiro. 

Ni se te ocurra llorar. 

- me ilusioné con alguien que resultó no ser la persona que esperaba... - explico a susurros. 

Ellas me miran con dulzura y me sigue acariciando las manos. 

- oh cariño

Ladeo la cabeza. 

- da igual, se me pasará cuando lo olvide 

Me enderezo y me limpio la cara con las manos. 

Fuerzo una sonrisa y me obligo a estar bien.

Hijo de millonario se enamora de alguien buenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora