Hijo de millonario se enamora de alguien bueno

Aria

- Diego... Diego... Diego...

- qué, pesada 

Miro a mi mejor amigo de hace escasos 40 minutos y parpadeo varias veces. 

Soy tan feliz de que se haya acercado a jugar conmigo. 

Ahora hacemos castillos de arena. 

En mitad de una hermosa playa.

- ¿cuántos años tienes? - pregunto. 

- doce 

- hala, yo tengo nueve 

- y por eso no deberíamos ser amigos 

- ¿por qué? 

Me mira aburrido. 

- porque soy mucho mayor que tú 

- no lo eres 

- sí lo soy 

- que no 

- que sí 

- que no 

- que sí 

- ¿así? y si tan mayor eres, ¿por qué haces castillos de arena? - suelto. 

...

El niño de pelo oscuro vestido en un traje oscuro me mira como si no supiera qué decir. 

Sonrío. 

- gané - digo orgullosa. 

Le oigo suspirar. 

- estoy aquí porque cierta niña estaba llorando sola 

Me pongo triste. 

- nadie quería jugar conmigo... - no llores Aria, mamá ha dicho que no puedo llorar hoy porque estoy maquillada. - les pregunté si podía jugar con ellos y me dijeron que no...

- eso es porque son idiotas 

Abro los ojos sorprendida y miro a mi amigo. 

Rompo a reír. 

- ¡oye! ¡no digas palabrotas! - digo riendo. 

Él se queda mirándome sin reír, pero con una expresión más relajada. 

- gracias por jugar conmigo - le digo.

- no tiene nada de malo estar solo - dice - yo prefiero estar solo que soportar... tontos como los de allí dentro - apuesto a que iba a decir otra palabrota.

Miro a la terraza cercana de un gran hotel donde ocurre una gran fiesta de boda. 

Lugar donde deberíamos estar. 

Pero yo preferí la arena. 

Y el atardecer. 

Es mágico cuando el sol desaparece en el mar.

Siempre me ha gustado. 

- no me gusta estar sola... - digo concentrada en mi castillo de arena. 

Él se queda mirándome. 

Observo su castillo de arena, es muy bonito y bien armado. 

El mío es bastante chapucero.

Suspiro y miro al atardecer. 

Los colores me encantan. 

- ¿te gusta el atardecer? 

- claro, ¿a ti no?