CAPÍTULO 7

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COLISEO ROJO

Jillian

El Lexus negro se abre paso a través de las calles de Beverly Hills, azotada por una fuerte tempestad que empapa a algunos transeúntes apresurados por llegar a sus destinos en medio de la tormenta. Cruzo una pierna por encima de la otra mientras contemplo las gotas de agua resbalar por la ventana del asiento trasero, las botas largas llegan hasta la mitad de mis muslos, casi donde comienza la tela del vestido que llevo puesto. 

No puedo evitar observar la manera en la que Alain dirige su mirada hacia mis piernas mientras me toma con delicadeza de la mano depositando un beso suave en los nudillos, su sonrisa franca y seductora es solo uno de sus múltiples encantos ya que todo en él es una invitación al desenfreno y al erotismo, el deseo reflejado en ese par de ojos no hace más que exacerbar las ansias por descubrir a dónde iremos.

—Te gustan las sorpresas, ¿No es así? —pregunta con esa sonrisa que hace derroche de gallardía, confianza y seguridad.

—Me gusta la originalidad —corrijo, acomodándome en el asiento— Y ese es un tema que a ti se te da muy bien —reconozco de manera juguetona.

Sus ojos recorren mis labios mientras me toma del cuello con la otra mano en tanto me acaricia, no es difícil descifrar lo que está buscando, sé que me pidió venir para algo más, pero no me gusta negarme al placer.

Cuando finalmente llegamos a nuestro destino, me doy cuenta de que se trata de una de sus tantas propiedades: una lujosa mansión de tres pisos se muestra majestuosa ante mis ojos, en los detalles se refleja el lujo y la grandeza, las palmeras y otro tipo de plantas tropicales que se encuentran en los alrededores así como el olor a tierra mojada le dan un aire veraniego simplemente inigualable.

El viento ligeramente frío provoca que se me erice la piel cuando salgo del auto, ya ha dejado de llover, pero la espesa vegetación que abunda en la zona preserva un clima frío e incluso se forman pequeñas bandas de neblina.

Allez-y, mademoiselle  —habla, poniendo su mano derecha sobre mi espalda baja mientras me guía al interior.

(Adelante, señorita)

Al cruzar el umbral de la puerta, contemplo las decoraciones de la casa, su buen gusto es innegable, las exquisitas piezas de arte que decoran el corredor principal son una prueba de ello el personal de servicio sale a nuestro encuentro para recibir nuestros abrigos mientras se observa a otra de ellas a la distancia encender la chimenea.

Nos dirigimos a la sala principal, mientras el mayordomo se acerca inclinándose ligeramente con respeto al tiempo que pregunta:  

—¿Desea ordenar algo el señor?

—Trae una botella de Cavernet sauvignon, ¿Y para la señorita tráeme...? —pregunta mientras dirige su mirada hacia mí en un gesto de atención.

—Tomaré lo mismo que el señor, gracias —mientras el mayordomo se aleja me levanto para observar la pintura que ocupa el lugar principal sobre la repisa de la chimenea al tiempo que Alain se acerca tomándome de la cintura en actitud afectuosa. 

—¿Desea algo más el señor?

—Por el momento es todo. Puedes retirarte, Steven —ordena mientras el mayordomo hace una ligera reverencia.

—Esta pintura es parte de la serie Les nymphéas de Monet, ¿No es cierto? Uno de los mayores símbolos del impresionismo abstracto en Francia.

La pintura muestra el puente sobre el lago en los jardines de la casa que el pintor tenía en Giverny, el estanque se muestra tapizado de nenúfares en tonos malva y blanco que contrastan con los tonos verdes de los sauces llorones que se encuentran en el fondo. 

Cuando el infierno se viste de cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora