¿Te gusta lo que ves, Granger?

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Hermione se vio al espejo, pero no encontró nada nuevo. El cabello de por sí rebelde, ahora estaba despeinado, pero eso es normal cuando te acabas de despertar, ¿no? Igual que la saliva seca que tenía por el lado izquierdo de su boca. Se la limpió con un suspiro, y se talló los ojos, pero aun así las ojeras no se fueron.

Luego de varios minutos de contemplar su reflejo, buscó su uniforme en el piso y empezó a vestirse tratando de no voltear a ver a la cama. Pero falló terriblemente cuando vio un movimiento entre las cobijas y sus ojos traicioneros se quedaron viendo el bulto en la cama por mucho más tiempo del que le gustaría.

—¿Te gusta lo que ves, Granger?

Ella rodó los ojos y se dio la vuelta, porque sí, quizá le gustaba mucho lo que estaba viendo, casi tanto como odiaba que él siempre pareciera tan perfecto, aunque estuviera recién levantado.

—Supongo que está bien —contestó, encogiéndose de hombros.

—¿Bien? ¿Dices que estoy solo bien? —preguntó Draco, enderezándose sobre la cama.
Hermione se dio la vuelta nuevamente y le dio una sonrisa de suficiencia, cómo las que él solía poner.

—Bueno, a veces tienes días bueno y a veces días malos, hoy te ves… Bien.

—Por lo menos yo no tengo ojeras.

—Son ojeras de estudiante. Estoy muy orgullosa de ellas.

—Tomas demasiadas clases, deberías dejar runas o aritmancia, o cuidado de criaturas mágicas.

Hermione frunció el ceño, porque por un segundo no reconoció el gesto de ese rubio, demasiado serio. Ella se puso seria también, como en automático.

—Las clases que tome o no, no son de tu incumbencia.

Entonces Draco se levantó de la cama y comenzó a vestirse también, en silencio. No le gustaba cuando la conversación iba por ese lado, cuando Hermione no lo dejaba involucrarse en nada, aunque solo fuera un simple comentario el que hubiera dicho. Él prefería las conversaciones dónde se molestaban con su terquedad, o aquellas dónde Hermione se emocionaba tanto que gesticulaba y movía las manos demasiado. Por eso volvió al ataque, para ver si podía regresar al tono de diversión de antes.

—Solo era una sugerencia. Vi cómo te veías al espejo hace rato y creí que te preocupaba tu aspecto, por eso te sugerí que dejaras algunas clases.

—¿Mi aspecto?

—Sí, ya sabes, te ves algo…cansada.

Draco hizo una sonrisa de burla, cómo para aligerar el ambiente, pero no se dio cuenta que en lugar de mejorar las cosas, las empeoró.

—¿Así que mi aspecto te molesta?

—¿Qué? No es…

—Pues anoche no parecía importarte, ¿recuerdas? ¿O es porque estaba oscuro? Si quieres podemos dejar de vernos, no quisiera que mi aspecto te molestara más.

Hermione había comenzado a elevar su voz, mientras que Draco no entendía muy bien lo que estaba pasando, así que trataba de pensar en algo que responderle. Solo que se tardó mucho y ella fue la que continuó hablando, casi gritando.

—¡Eso! Ni siquiera tienes una respuesta. Pues no te preocupes, que en el momento que yo quiera, esto se puede acabar, y si tú piensas que yo…

Así es, el Slytherin no entendía nada, pero lo que sí sabía es que tenía que parar aquello de alguna forma.

—¡Ya cállate! —Hermione se sobresaltó con el grito—. ¿De qué estás hablando? No te entiendo, Granger. Solo te dije que dejaras una maldita clase, no te pedí nada más.

Ella apretó los labios.

—El único lugar dónde te permito darme órdenes es en la cama, ¿entiendes? No tienes por qué meterte en mi vida.

—¿Qué? ¿Piensas que te estaba ordenando que hicieras algo? Ya entiendo, así que podemos vernos cada que tú quieras y escabullirnos en algún lugar del castillo, tener sexo y olvidarnos de todo al día siguiente, ¿pero no puedo sugerirte que dejes una clase porque me preocupo por ti?

—Exacto, podemos… —Hermione estaba lista para replicar, pero el hecho de que él admitiera que se preocupaba por ella, la había dejado sin habla—. Nosotros…

Draco se le acercó más, pero aunque la cercanía no era nueva para ninguno, esta vez se sintió diferente. Esta vez ella sintió que su corazón latía más rápido, aunque ya lo había sentido antes, con él, pero ahora no había escapatoria, sentía que tenía que enfrentar aquello que estaba sintiendo.

—Dime, Granger, ¿te gustó lo que veías mientras yo fingía estar dormido?
—Yo…

—Solo responde, Hermione.

La había llamado por su nombre, y que ella recordara, solo lo hacía cuando estaban en la cama, desnudos, gimiendo el uno para el otro. Ella se sonrojó.

—Sí.

—¿Qué tanto te gustó?

Hermione iba a bajar la vista, pero su lado Gryffindor no la dejó hacerlo.

—¿Y a ti? ¿Qué tanto te gusto… yo?

Draco acercó su cara hasta que le rozó los labios.

—Tanto, que no tienes idea lo que me molesta cada vez que no me dejas entrar ni un poco en tu vida. Tanto, que estoy preocupado porque te ves cansada, porque tomas muchas clases. Tanto, que ya me cansé de ser solo unas pocas noches a la semana para ti. Tanto, que…

—Basta. Ya entendí.

—¿Y?

—¿Qué quieres que te diga? No lo sé.

—Yo sí.

Entonces Draco por fin terminó con los pocos centímetros que los separaban y la besó. Ni le importó el aliento de la mañana, lo que quería era convencerla de que también ella sentía algo por él. Lo que había empezado como una mera relación física, con el paso de las semanas había escalado a algo más, y los patéticos intentos de Hermione por negarse a esto, no eran suficientes comparados con lo que Draco estaba dispuesto a hacer por conseguir lo que quería.

Así que esa mañana retuvo a la castaña y logró que faltara a la primera clase. Y si bien consiguió que descansara mentalmente de sus estudios, que era lo que quería, contradictoriamente no logró que descansara físicamente, sino todo lo contrario. La hizo cansarse y sudar. Mucho.

Bueno, que faltara a clase no resultó tan difícil. Draco esperaba que convencerla de todo lo demás que quería fuera igual. De todas formas se iba a divertir mientras lo lograba, lo sabía.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora